Secciones
Servicios
Destacamos
Las moscas de otoño, digámoslo claro, no son el animal favorito de nadie. Con el aumento de la humedad ambiental, la menor densidad del aire ... y las temperaturas más bajas, el bicho necesita posarse con mucha frecuencia en su lugar preferido: el ser humano. El gustirrinín no es mutuo. Se da la paradoja de que la mosca, anticipando ya el final del ciclo de su vida, se juega el manotazo letal. Cualquiera diría que ya se la pela todo. Algo parecido ocurre con los mosquitos, a quienes el cambio climático tiene revolucionados. Deberían morirse pero perviven con alegría en una estación cada vez más cálida y húmeda. Confunden Murcia con Costa Rica o el Magreb, y los mosquitos tigre se han aclimatado tanto que ya dicen acho y no tomes pesambre. Al menos a mí, cuando los busco pantufla en mano a las tres y media de la mañana por toda la habitación, me lo dicen. Creo. No sé. Igual me lo tengo que hacer ver.
¿Ahora eres entomólogo, Espejo? No, claro que no. Soy alegoriólogo como siempre, y los insectos kamikaze me van a servir para hablar de emergencia climática y cultura política. Como casi siempre también. Este verano ha sido el del 'efecto champán', también conocido como 'turismo de venganza': consumo compulsivo como respuesta a situaciones de estrés o ansiedad. Y es verdad que lo único que no nos falta son motivos de angustia. Pero me deja el culo torcío que nuestra reacción al cambio climático, la crisis energética y la guerra en Ucrania consista en vaciar la cuenta quemando petróleo. Tan efectivo como meterte un gramo de cocaína para encarar tu problemilla de adicciones. Pero ahí está. Las pulsiones es lo que tienen. Ponte tú a razonar con la mosca cojonera que se te ha posado en la frente ciento dieciocho veces en media hora de siesta.
Ya lo he dicho en demasiadas ocasiones por aquí: el miedo, la incertidumbre, la frustración y la nostalgia, entre otras 'pasiones tristes', como las llamaba Spinoza, son energías políticas, ingredientes de una receta electoral que arrastra multitudes a las urnas de un tiempo a esta parte. Para nada bueno, huelga decir. Hay que reconocerle el mérito a las derechas, las nuevas y las de siempre, que si antes solían presentarse como garantes del orden, la ley y la moral cristiana burguesa, ahora sacan rédito de cosas en principio tan dispares como la futurofobia, el hedonismo de consumo, el sarcasmo y el aceleracionismo. Por traducirlo a alegorías, la fórmula lleva los mismos ingredientes de siempre pero con una presentación nueva y rompedora. Vamos, que la derecha actual es un 'pollofre'.
Ahora que para 'pollofre' el que hay montado estos días en mi barrio, a la sazón el de El Carmen, en Murcia. Un grupo de vecinos tiene medio revolucionado el distrito con una campaña anónima de protesta contra las restricciones al tráfico que estamos a punto de empezar a disfrutar. #CierranMiBarrio, se llama el invento, y vaya por delante que siento todo el respeto del mundo por el tipo de prácticas de agitación que han puesto en ídem, desde fuera de los partidos políticos o las asociaciones de la zona (pero desde muy adentro de la ideología). Sin un ápice de ironía digo que me encanta ver a mis vecinos movilizarse así y tirar de autogestión para poner sus demandas encima de la mesa del debate público. Pero claro. Luego te lees el manifiesto que han distribuido por los escaparates y ay. 'Pollofre'. Que personas con las que convivo en la zona más castigada por el tráfico rodado de toda la ciudad salgan con semejante lloriqueo es algo estupefaciente. Semejante declaración de servidumbre al dios automóvil, su asfalto y sus plazas de parking no parece provenir de gentes con la misma facilidad de acceso a las noticias de que dispongo yo. Esa manera de entender el mundo no parece de 2022: el cambio climático no ha llegado aún ni sus efectos se dejan notar en un barrio con veranos cada vez más insoportables. Murcia no es la tercera ciudad de España con el aire más contaminado por partículas PM-10. Europa entera no está reduciendo a marchas forzadas el tráfico de sus ciudades ni su ciudadanía (y por supuesto su comercio) está disfrutando del espacio ganado al coche. Los mismos argumentos de este pobre manifiesto no se han emitido una y otra vez ante cualquier proceso de peatonalización o restricción del tráfico rodado ni se han equivocado cada maldita vez. Todo está bien. Podemos seguir así. En contri más coches, más libertad, más riqueza y más progreso. A los críos no les pasa nada por respirar eso todos los días. No necesitamos en absoluto en El Carmen aceras más anchas y calles más habitables. Abrid, abrid el barrio, que aún caben más, más coches, por favor, y que se posen donde quieran.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Especiales
Así se desbocó el urbanismo en La Manga
Fernando López Hernández
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.