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José Ibarrola
Científicos confinados

Científicos confinados

Aún no hay un plan para que los investigadores volvamos a nuestros centros. Es como si se despreciara nuestra capacidad para contribuir a la solución de la pandemia

Martes, 28 de abril 2020, 01:34

¿Cómo es posible que en estos tiempos en los que la ciencia es tan necesaria, los principales centros de investigación biomédica en nuestro país permanezcan cerrados? Como llevamos oyendo o leyendo desde hace más de un mes, uno de los principales factores que están dificultando la toma de decisiones sobre la gestión epidemiológica de la pandemia es no saber quién está infectado y quién no, especialmente entre la población asintomática (la gran mayoría), pues al parecer los asintomáticos pueden ser portadores del virus y, lo que es peor, contagiarlo a otras personas sin saberlo.

Sin este dato, parece evidente que la solución más segura para contener la expansión de la pandemia es mantener el confinamiento, que es algo equivalente a sospechar que todos somos posibles transmisores y, por eso, tengamos síntomas o no, no nos debemos relacionar con nadie, o con el menor número posible de personas, algo que evidentemente solo puede conseguirse mediante un estricto confinamiento.

Pero no hace falta ser economista para darse cuenta de que el confinamiento, aparte de la ventaja obvia de frenar la difusión del virus, está ocasionando que una gran parte del tejido productivo de nuestro país no esté produciendo, lo que eventualmente también causará graves problemas, si no de salud, sí de bienestar y de desarrollo económico.

Sanidad no ha habilitado centros del CSIC o del ISCIII que podrían hacer PCR

No seré yo quien se atreva ni tan siquiera a sugerir cómo solucionar esta dicotomía entre proteger la salud y evitar el desplome de la economía. Pero como científico sí que puedo afirmar que en cualquier área del conocimiento no es posible elaborar una teoría o una hipótesis sin tener datos, y mucho menos demostrarla. En el mundo científico, los datos, aunque no siempre sean todo lo robustos y firmes que nos gustaría, son algo esencial para poder seguir avanzando.

Esta reflexión es importante porque si fuésemos capaces de saber quién es y quién no es portador de la Covid-19 se podría ir permitiendo el desconfinamiento gradual y bien programado de aquellas personas libres de virus y permitirles sumarse al tejido productivo. Este escenario sería ciertamente mucho mejor que lo que se está haciendo ahora, cuando se está permitiendo volver a la actividad productiva a un número muy limitado de personas, pero fuera del ámbito sanitario o de las fuerzas de seguridad del Estado se está haciendo sin saber si son portadores o no del virus, y por lo tanto posibles transmisores, por muchas medidas de protección que se estén tomado.

A nadie se le escapa que hacer un test para detectar la presencia de la Covid-19 mediante la tecnología de Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR) a 47 millones de personas no es fácil. De hecho, imagino que debe de ser muy complicado, pero es importante destacar que el más que probable cuello de botella estaría en gestionar la toma de muestras, no en realizar los test para detectar el virus.

En nuestros centros de investigación biomédica existen docenas de máquinas de PCR y, por supuesto, de personas expertas que saben hacer este tipo de test y así poder determinar qué personas asintomáticas son o no portadoras de la Covid-19.

Todos somos conscientes de que validar los resultados de un test de PCR en una persona no es lo mismo que hacerlo en un animal de experimentación o en unas células en cultivo, pero los test de PCR son simples y en manos expertas el riesgo de tener un falso negativo o incluso un falso positivo (que siempre habría que repetir) es un pequeño riesgo, si lo comparamos con el riesgo que representa no saber todavía qué parte de la población, incluyendo las personas que ya están yendo al trabajo todos los días, pueden transmitir la enfermedad.

Al escribir estas líneas, el Ministerio de Sanidad ya ha designado a 13 laboratorios como referencia para realizar estas pruebas, pero cuya capacidad operativa es obviamente limitada. Por ello choca que aún no se haya habilitado ninguno de los centros de investigación biomédica del CSIC o del ISCIII, o incluso de grandes universidades con conocida tradición y experiencia en este campo.

De hecho, que yo sepa, al escribir estas líneas aún no se ha transmitido a la comunidad científica ningún plan para que los investigadores nos vayamos reintegrando a nuestros centros de investigación. Es como si se despreciara no solo nuestra experiencia, sino también nuestra capacidad e interés de poder contribuir a la solución de esta pandemia.

Lo cual hace surgir otra simple pregunta: ¿por qué pueden trabajar ya los obreros en la construcción, así como en muchas otras actividades no estrictamente esenciales, pero los investigadores científicos no podemos volver a nuestros laboratorios? ¿Es que acaso la investigación biomédica no es una actividad esencial?

Recordemos que la mortandad por esta pandemia en personas sin patologías previas está por debajo del 1%. Con esto no quiero minimizar la crisis sanitaria que estamos viviendo, ni a las personas que han fallecido por la Covid-19, pero no podemos olvidar otras patologías como el cáncer de pulmón o de páncreas, cuyos índices de mortalidad no están en el 1% sino en un 80% y un 95%, respectivamente.

La investigación científica en nuestro país lleva más de una década de abandono en la que se ha perdido al menos una generación de jóvenes investigadores, que a buen seguro va a lastrar nuestro futuro como país desarrollado. No agravemos el problema manteniendo a los científicos confinados cuando sería extremadamente simple y útil poder reintegrarles en su actividad investigadora, siempre que se haga con todas las garantías de seguridad.

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