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Ya les había escrito aquí hace algunos meses sobre Altos Labs, una nueva empresa biotecnológica de la que se rumoreaba iba a contar con mucho ... dinero de algunos de los hombres más ricos del mundo para desarrollar técnicas de antienvejecimiento. Finalmente y, tras meses de rumores, ya se han dado a conocer los detalles en las últimas semanas. Los números son ciertamente estratosféricos. La empresa cuenta con varias sedes en California y el Reino Unido y una inversión inicial de 3.000 millones de dólares. Esto permite pagar, tan bien como si fueran estrellas del deporte, a un nutrido grupo de respetados científicos. Entre ellos se cuentan varios premios Nobel y hay algunos españoles, como Juan Carlos Izpisua, afincado en EE UU, que dirigirá uno de los Institutos de Altos Labs en California.
El objetivo de esta nueva empresa es desarrollar técnicas de reprogramación para rejuvenecer las células en el laboratorio y posteriormente aplicarlo a animales completos y finalmente a los humanos con el fin último de extender la vida de manera casi ilimitada. En palabras textuales de la nota de prensa que se ha hecho pública, Altos Labs es una nueva empresa de biotecnología dedicada a desentrañar la biología profunda del rejuvenecimiento celular. Su misión es restaurar la salud celular y la resiliencia para revertir enfermedades, lesiones y discapacidades que pueden ocurrir a lo largo de la vida. La compañía se lanza con una comunidad de científicos y médicos líderes, tanto del mundo académico, como de la industria que trabajan juntos hacia esta misión común.
No cabe duda de que, si tiene éxito, el impacto humano y económico de esta empresa será descomunal, con un potencial de crecimiento superior a todo lo ahora imaginable. Todos nos convertiríamos en sus clientes potenciales casi 'eternamente'. Pero, más allá de este caso concreto, mi interés hoy es mostrar un cambio de tendencia en la evolución de la ciencia y el trabajo de los científicos.
La ciencia, tal y como la entendemos hoy, la puso en marcha un grupo muy pequeño de personas, generalmente con la vida resuelta o con otras ocupaciones, que comenzaron un proceso sistemático de experimentación y análisis de los fenómenos en la naturaleza. El éxito del método científico fue tal que produjo el desarrollo más importante de la historia de la humanidad. En el siglo XX, los países entendieron el papel crucial de la ciencia para el crecimiento económico y el liderazgo mundial. Esto llevó a profesionalizar a los científicos, normalmente reclutados como empleados públicos en universidades o institutos nacionales de investigación.
Una gran parte de ellos trabaja de la forma llamada 'de abajo a arriba'. Cada uno en sus laboratorios busca problemas en los que trabajar y solicita financiación de diversas fuentes para poder llevar a cabo los proyectos. De esas múltiples iniciativas se van nutriendo los nuevos conocimientos que sirven a su vez de base para nuevos estudios y avances. Esta forma de funcionamiento ha sido a todas luces un gran éxito, a pesar de no estar exenta de problemas como los fraudes o los trabajos de baja calidad.
En un buen número de casos, los sistemas de ciencia nacionales, financiados con fondos públicos, producen resultados que son utilizados por empresas privadas proporcionando pingües beneficios a unos pocos. Y con mucha frecuencia estos no son quienes han tenido las ideas, ni quienes han desarrollado el trabajo más relevante. El caso de las vacunas para el coronavirus basadas en la tecnología del ARN mensajero es un ejemplo. Décadas de investigación pública se han utilizado por compañías privadas que han pasado a tener un valor de miles de millones en poco tiempo. Es posible que su contribución para disponer de vacunas rápidamente justifique estas ganancias sobradamente, pero es obvio que existen amplias zonas de sombra con potenciales conflictos de intereses.
Pero el caso de Altos Labs es probablemente una vuelta de tuerca más. Ante unos resultados con potencial comercial, una empresa privada compra a los más importantes actores para que trabajen conjuntamente para el beneficio de la empresa. Lo que se descubra se venderá caro y, aunque millonarios, quienes han invertido esperan, además de ser los primeros en hacerse más viejos con el elixir, ganar aún más dinero. El cambio de paradigma impacta en la comunidad de los científicos, cuyas expectativas aumentan ante la posibilidad de seguir trabajando en los laboratorios con el objetivo de hacer negocio y con sueldos de siete cifras. Sobre cuáles puedan ser las implicaciones de estas tendencias, se abre un debate casi tan emocionante como la elección de representante en Eurovisión.
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