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Nuestro refranero es quizás el más valioso ingrediente que nos queda del patrimonio cultural español. Un legado que no cuesta dinero, al que no hay que subvencionar, y sólo prestarle cariño y respeto. En la literatura actual, e incluyo en ella la que producen los ... periódicos (el medio de comunicación escrito por antonomasia), no aparece demasiado, debido, creo yo, a que suena a viejo, a pasado de moda. Y puede ser, aunque no todo lo viejo y pasado de moda tiene que echarse a la basura. Vivimos en un tiempo en el que lo nuevo se impone, aunque sea a costa de neologismos, es decir, palabras inventadas que representan cuestiones de actualidad. La mayoría de ellas proceden del inglés, puesto que es el idioma de las nuevas tecnológicas, y que supera en mucho a otros tan tradicionales como el español, el francés o el alemán. También en castellano se inventan palabras, pero son las menos, y las más veces, demuestran que nuestro diccionario se está empezando a quedar corto.
Cervantes utiliza los refranes a cada momento, así como los poetas del Siglo de Oro, sobre todo, cuando necesitan ratificar una idea a la que le falta un remache, un certificado de veracidad. No pocas veces, esos autores recurrían al refranero incluso para titular sus comedias, e incitar así al público a que las viera, ya que el nombre les sonaba. Recordemos entre otras, 'El perro del hortelano' (que ni come ni deja comer), 'Guárdate del agua mansa', 'Por la puente, Juana' (no por el agua)… Hace unos días pasó por el Teatro Circo Murcia un magnífico espectáculo titulado 'Burro', que hacía un recorrido histórico del animal, desde el origen del hombre hasta la actualidad de la España vaciada. Pues bien, su autor, Álvaro Tato, en un momento dado expone tal cantidad de refranes relacionados con el asno que a los espectadores nos llamó enormemente la atención. Claro que, si su valor patrimonial es tanto, la pregunta que surge es: ¿por qué no hacemos uso de tales refranes con mayor frecuencia?
El que da título a esta columna es harto significativo. Parece ser que procede de cuando los cofrades de San Antón hacían una rifa para costear los gastos acumulados de las fiestas pasadas. Y rifaban un cerdo. Sin embargo, por lo que me llega, y experimento como tantos otros ciudadanos, el sentido que tiene hoy día es distinto. Ya que los dulces, y otras cosas comederas, acumulados en Navidad no son todos consumidos, desde Reyes hasta ahora se van agotando poco a poco… hasta (más o menos) San Antón, es decir, 17 de enero. De esa manera, las cosas que menos nos gustaron de aquellas fiestas se paladean después, por aquello de no tirar comida. Así que no es raro que hasta San Antón, y después, nos topemos con esos polvorones que se nos atragantaban, o ese trozo de turrón duro que evitábamos por aquello de las muelas. O sea, cosas que casi despreciábamos hace semanas, cuando la oferta era variada y apetitosa, hoy nos pueden parecer manjar de dioses.
¿Eso significa que nos libramos por fin de aquellas Pascuas festivas hasta el año que viene? Nada más lejos de eso. Si recuerdan mi columna de la quincena pasada, ya anunciaba que, tras San Antón, vienen la Candelaria y San Blas, con sus respectivos refranes a cuál más jugoso. 'El día de la Candela, el invierno fuera' y 'Por San Blas, una hora más'. Hay que pensar que los anónimos inventores de aquellas sentencias son tan antiguos que los pobres no tienen ni idea de eso del cambio climático. Que el invierno esté fuera cuando apenas ha llegado, cuando eso de 'año de nieves, año de bienes' no se lo cree ni el Tato, cuando a finales de enero estorban los abrigos... Podríamos decir que ese refrán precisamente ha perdido actualidad. Como tantas otras cosas. Sin embargo, el que haya una hora más por San Blas sigue siendo una verdad como un templo. Siempre me ha llamado la atención, que justo después de Reyes, con apenas quince días desde el nuevo equinoccio, siento que los días empiezan a ser más largos. Como el refrán indica.
Pero ojo con aplicarlos mal o a destiempo. Dice Cervantes en 'Don Quijote' que «el refrán que no viene a propósito, antes es disparate que sentencia». Claro que, como hemos dicho más arriba, hoy apenas si se utilizan. 'Harto le cuesta al almendro, hacer primavera en invierno'.
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