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Estaba convencido de que había escrito en esta sección, tiempo atrás, una columna titulada algo así como 'Lluvia fina'. Tirando de archivo no la veo. Quizás fuera una idea que expuse dentro de otro. El caso es que procuro no repetirme, como se nos acusa ... a los que tenemos cierta edad, aunque sea inevitable frecuentar estribillos. Pero, ¿a qué me refiero cuando hablo de lluvia fina? Está relacionada con una de las características climáticas del tiempo en que vivimos. En estos días hemos vivido aguaceros, chaparrones, verdaderos diluvios, lluvias torrenciales… todo lo que ahora se resume con el término DANA. Lejos quedamos de los chirimiris que identifican a las comunidades del norte, que motivan que aquellos campos estén siempre verdes, que apenas haya peligro de inundaciones, ya que sus habitantes lo sienten como la cosa más natural del mundo. Alguien dijo que aquí, en este rincón del Sureste, o nos secamos o nos ahogamos.
Y eso se transmite a nuestro carácter. Entre nosotros suele predominar el portazo, la irritación, la impaciencia, el no contar hasta cien antes de hacer algo, el estar a expensas del primer impulso que tenemos, el no mordernos la lengua. De ahí que nos vaya hacer grandes anuncios de grandes proyectos, creer a pies juntillas que somos los mejores, tachar de necio a quien no piensa como nosotros, echar a entrenadores cuando se pierden dos partidos seguidos, en definitiva, mantenella y no enmendalla. Son cosas de nuestra manera de ser. Tampoco nos gustan las borrascas que destruyen cosechas, que echan nitratos a mansalva al Mar Menor, o que inundan calles no preparadas para soportar tales fenómenos atmosféricos.
Pensaba yo en todo esto, sentado en un amplio salón de aspecto frondoso, que bien pudiera ser jardín si no fuera sofisticada cafetería, en una especie de tertulia a la que nos convocó el consejero de Cultura del Gobierno regional, consejero de eso y otras cosas más. Allí había cineastas, galeristas, editores, gestores, productores, artistas vinculados al mundo de la danza, otros a la industria de las artes visuales, profesores, gentes vinculadas de alguna manera al tema. Todo esto, a tres o cuatro días de las elecciones. Cada cual representó su papel de manera correcta. Los políticos, mostrando las ideas que van a poner en marcha en caso de que las urnas les concedieran tal favor; los asistentes, indicando los problemas por los que pasa ese delicado y quebradizo sector. El político hizo lo que tenía que hacer. Y los oyentes dijeron lo que tenían que decir. Yo pensaba que qué pena que estos encuentros no se celebraran con otra cadencia, y en otras fechas, fuera de la sombra electoral en la que las promesas van por delante de lo posible. Pero bien está lo que bien se intenta. Otros partidos ni siquiera han hecho estas reuniones, convencidos de que la cultura arrastra pocos votos, y que no está el mundo para la lírica.
Lo de la lluvia fina me vino porque la mayoría de las ideas que oí, de una y otra banda de la tertulia, hablaban de grandes proyectos, grandes festivales, continuas solicitudes de ayudas para un territorio tan desatendido, máxima atención al sector… algo que recordaba las cartas a los Reyes Magos. Esto no es nuevo; ya lo he vivido en otras elecciones, y con resultados extrañamente parecidos. No nos damos cuenta de que la solución pasa por la realidad de los presupuestos, no por la fantasía de las personas. Con todo, nuestra cultura reclama grandes medidas, grandes acontecimientos, grandes festivales, grandes giras, grandes exposiciones. Chaparrones. ¿Recuerdan ustedes la Paramount, la presencia de Murcia en la Bienal de Venecia, el Museo Regional de Paleontología y Evolución Humana de Torre Pacheco, los langostinos filipinos para el Mar Menor…? Una comunidad sencilla, como la nuestra, debería estar presidida por la sensatez, la cordura, las acciones continuadas, la mirada hacia nuestros creadores, no para solucionarles la vida, sino para darles herramientas con las que puedan desarrollar sus capacidades… Lluvia fina. Lluvia fina como la Filmoteca Regional, las exposiciones del Museo de Bellas Artes, que se abran todas las semanas los teatros de la Región, los conciertos para escolares de la OSRM, los teatreros que montan y desmontan en un día sus bolos en donde los programen, el escribir diario de Miguel Ángel Hernández y tantos otros como él… Eso es lluvia fina. Los chaparrones los dejo para quienes les gusten. Claro que nunca llueve a gusto de todos.
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