Secciones
Servicios
Destacamos
Los últimos días han sido especialmente preocupantes para las actividades artísticas y lúdicas de este país en el que vivimos. Se han producido (o así se anunciaron) prohibiciones, cancelaciones, admoniciones, censuras en una palabra, sobre sesiones teatrales y cinematográficas. Por no hablar del célebre episodio ... de la cantante Rocío Saiz en plena plaza de Belluga murciana. Todo esto siempre despierta sorpresa para el ciudadano medio que acude a actos culturales como los descritos, máxime si estamos en período electoral; entonces, todo cobra especial significado. En período electoral todo cobra especial significado. Aunque haya que coger estas informaciones con suma cautela, no es menos cierto que las reprobaciones vienen sucediendo desde que el partido situado más a la derecha del espectro político nacional ha ganado presencia en ayuntamientos y comunidades después de las últimas elecciones. Quizás sea casualidad.
Vamos a repasar someramente esos episodios de censura que se vienen denunciando en estos días. El primero, y quizás el más difundido, es la prohibición a representar una adaptación de 'Orlando', de Virginia Woolf, en Valdemorillo (Madrid), a cargo de Teatro Defondo. También hemos sabido que Xavier Bobés y Alberto Conejero, finalistas en los recientes Premios Max, no han podido hacer la obra 'El mar' en Briviesca (Burgos). En Palma de Mallorca, el Ayuntamiento ha cancelado 'Nua', interpretada por la actriz Ann Perelló. Tampoco se ha podido montar 'La Villana de Getafe', de Lope de Vega, en Getafe, montada por el Teatro del Barrio. Pero la cosa no ha ido solo de teatros. En cine, la película infantil producida por Pixar-Disney 'Lightyear' no ha tenido autorización para proyectarse en Santa Cruz de Bezana (Cantabria). Dejaré a la imaginación del lector el color de los partidos políticos que han hecho posible estas censuras. No quiero darles publicidad.
Lo más gracioso (aunque maldita la gracia que tiene) son los motivos esgrimidos para justificar aquellas prohibiciones. El primero de los casos expuestos es porque trata de la homosexualidad, cuando el texto de la Woolf va más allá al mostrar una extraordinaria fantasía: la historia de un joven que durante cinco siglos cambia de hombre a mujer de manera alternativa. 'El mar' presenta a unos niños que precisamente nunca han visto el mar, cuyo maestro, republicano él, fue fusilado. 'Nua' no subió al escenario, a pesar de estar anunciada, ya que el pobre Ayuntamiento de Palma «no tenía presupuesto»; y es que refiere algo tan grave como los síntomas de trastornos en la alimentación y su influencia en los cánones de belleza. ¿Y qué decir de los argumentos que tumbaron una comedia de Lope sobre que tiene demasiadas insinuaciones sexuales? Ya sabemos lo verde que era el teatro del Siglo de Oro. En cuanto a la película, preladas mentes no permiten que en la pantalla se vea un beso entre dos mujeres, que son dos dibujos animados. Como en el Oriente Medio.
A quienes nos iniciamos en las artes escénicas hace muchos años, todo esto nos rejuvenece: es el pasado que vuelve. Tan acostumbrados estábamos entonces a la censura que para nosotros era la cosa más natural del mundo. Cualquier obra que querías representar, mandabas cuatro copias al Ministerio de Información y Turismo (que tenía las competencias de Cultura), las cuales, junto a la instancia correspondiente, pasaban a la llamada Junta de Censura que, en poco tiempo, hacía su dictamen sobre si el texto se podía representar o no, o, lo más común, qué párrafos debían suprimirse para poder estrenarse. El anecdotario de este período es amplísimo. Baste recordar que hasta el mismísimo Buero Vallejo, tan premiado como respetado, se llegó a personar en el Ministerio para discutir sobre si esta o aquella escena debía ser suprimida. Se cuenta que, llegado el caso, Buero llevaba alternativas en el bolsillo, con las que atenuaba lo que sospechaba que podría ser suprimido. Por no hablar del cine, donde los censores cortaban sin reparo escenas completas, o cambiaban el diálogo del doblaje para evitar alterar los castos oídos del espectador. Tiempos de turbación, de intimidación, de una España en blanco y negro que creíamos desaparecida.
El caso es que estos tiempos actuales proporcionan penosos ejemplos no ya de censuras, sino de despidos de personas que han demostrado su valía simplemente haciendo su trabajo. El director del Teatro Villa de Molina, y responsable también de su legendario festival, fue cesado a las 48 horas de la toma de posesión del nuevo Ayuntamiento. Dicen que por confundir programar con adoctrinar, siendo seguro que los que van a adoctrinar son ellos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.