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Solemos asociar la simetría con la armonía y la belleza y, por tanto, con la felicidad, quizá por herencia griega, pero basta una mirada con ... afán más indagativo para darnos cuenta de que no, de que la vida es asimétrica. El mismo cuerpo, que parece igual, no lo es. Un ojo es distinto del otro, y una mano también; o, de repente, te encuentras un bulto extraño, una parte achichonada en una zona del cuerpo donde no debiera y adiós a la simetría. Que se lo digan a Massiel, a la que el cáncer ha obligado a escamotearle un pulmón, o al expresidente uruguayo Pepe Mujica, también con cáncer y que ya no quiere tratamientos «porque el guerrero tiene derecho a un descanso». Solo la asimetría puede explicar que un tipo como Mujica, aún lúcido pese a sus muchos años y su mal estado, exista al sur de una parte del planeta donde también gobierna Trump, pero al norte. Trump y su gesto de machorro, ese que usa siempre y tiene más de atuendo que de gesto: dice más y lo viste más que el propio traje que lleva.
Solo la asimetría puede explicar que existan sitios como Europa convertidos en bastiones de la democracia y otros donde la democracia está tan descuadernada ella. Una democracia en Europa, eso sí, a la que cada vez aprieta más el nudo de la corbata por culpa de algunos. No sé si vivimos en el mejor sitio posible, pero, viendo lo que hay por ahí, sí se puede decir que estamos en un lugar arcádico y debiéramos estar orgullosos de ello en lugar de amenazarlo. Europa, el Viejo Continente, ha vivido de todo, con guerras atroces de tamaño firmamental, y siempre ha sabido engallar el pecho y regenerarse para llegar a ser lo que es. Por eso, aunque la llamen el Viejo Continente, sigue siendo joven o al menos de edad incierta. De ella se puede decir lo mismo que dice Lolita de su madre, de la que no sabía la edad exacta porque nunca la vio como una mujer de 30, 40 o 50 años: «Siempre la vi con la misma edad», dice. Asco y vergüenza siento cuando veo a algunos 'patriotas' ponerla en duda, venir a rescatarla cuando hay que rescatarla de ellos. Uno desea que solo sean una moda pasajera, para que Europa, su democracia y sus libertades no mueran y no sean en unos años solo una lección más de un manual de historia. Para que no podamos decir lo que dice Margaret Atwood en 'El asesino ciego', su libro más emblemático: cuando muera, estas páginas serán el último lugar donde estaré.
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