Secciones
Servicios
Destacamos
Cuando más oigo que quieren prohibir comer carne en favor del planeta y contra los seres humanos más siento crecer mis colmillos y no mis 'muelas del juicio'. Entiendo que la oligocracia capicomunista anticárnica quiera ir contra el 'Padre Naturaleza', que no es bueno ni ... malo sino absolutamente indiferente (si la naturaleza fuese buena se seguiría llamando 'madre', y no 'padre', por el actual sistema de valores en el lenguaje). Pero no podemos ser otra cosa que naturaleza, al otro lado no hay nada sino cháchara progre y, sobre todo y como siempre, ganas de quedarse con nuestro dinero, todo el dinero. Tenemos vísceras de omnívoro porque hemos sobrevivido a través de la Historia hasta llegar aquí, algo que no hubiésemos conseguido de otro modo, teniendo que comer cosas que vosotros no creeríais. Muchos se han quedado en el camino, pero somos el único espermatozoide ganador, enarbolando un chuletón. El animal más próximo a nosotros orgánicamente es el cerdo que, como el mono y según diría Jorge Luis Borges, no habla para que no le hagan trabajar, que le dejen comer todo lo que pille, hasta a sus dueños si se descuidan, y también lo dejen revolcarse sin ducharlo a la fuerza todos los viernes. Más o menos ese era mi sueño dorado, en la infancia.
Hay cada vez más gente que se siente mal, con un sufrimiento moral que causa conmiseración solo comparable al que teníamos aquellos a los que nos educaron en el viejo concepto del Infierno –que ahora la propia Iglesia asegura que no es para tanto– por embaularse a la hermana vaca madurada o al conejo mascota. Da lástima contemplar a esa pobre gente que padece indeciblemente por no tener cuchillo y tenedor para comer un té verde, porque creen que eso los pone en comunión con los astros. En cambio, yo debo confesar que desde que está mal visto devorar un chuletón uno al antiguo placer gastronómico un nuevo y puro éxtasis contracultural. Desde que oigo a comunistas, instagrammers y dueños del mundo, que son los mismos, hablar de eliminar los pedos del ganado por el procedimiento de extinguirlo, más asilvestrado me siento, más lamparones quiero en mi corbata y más cruda quiero a mi víctima (no sanguinolenta: si sangra, la carne está quemada).
Cuanto más me adentro en este desdichado presente más me acuerdo tiernamente de los cerdos, que me comerían si yo no me los comiera antes, nada personal. Nunca sospeché que llegaría a identificarme con un cerdo además de en el terreno sexual. También como postura filosófica protestataria ante la vida. Mis feroces comedores sin manías religiosas y muy inteligentes cerdos. Ahora me arrepiento de haberme cansado el brazo, cuando niño, dándoles palos con una barra de hierro. Antes de aceptar mansamente que nos quiten todo cuanto da alegría y lo sustituyan por esos cánceres culinarios de laboratorio que desarrollan los dueños del mundo –y que ordenarán consumir los que dicen luchar contra los dueños del mundo–, espero que acaben todos guisados en una olla, como le pasó al capitán Cook. Y yo me sirva el primer plato.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.