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Es bastante normal que algunas personas que me conocen poco piensen que soy un tipo de suerte, y que gracias a las casualidades suelo completar ... las tareas, obtengo financiación para proyectos o recibo premios y reconocimientos de vez en cuando. Sin duda, estoy de acuerdo en parte con ellos. Soy afortunado en muchas cosas, doy permanente gracias figuradamente por ello y es evidente que sin cierta fortuna nuestro paso por este valle de lágrimas puede ser muy pesaroso.
Sin embargo, esa idea es completamente errónea, y especialmente perjudicial para quienes lo piensan y suelen actuar en consecuencia. No es muy recomendable encomendarse a la suerte y esperar a que las cosas nos caigan del cielo. Y tristemente quienes piensan que la suerte acompaña a los otros, pueden tender a la indolencia suponiendo que en una distribución alícuota de la misma también les tocará a ellos. Pero, en la vida en general, los éxitos normalmente no se deben a la casualidad, sino que son fruto de la causalidad tras procesos que incorporan el ingenio, el tesón y el trabajo continuados. De manera relacionada, la falta de estos ingredientes suele conducir a seguros fracasos.
Como puede haber quien confunda estas dos palabras, me permito recordarles sus significados. Según el diccionario de la Real Academia Española, casualidad es la «combinación de circunstancias que no se pueden prever, ni evitar», y causalidad es «la ley en virtud de la cual se producen efectos». Así, aunque se diga de alguien que ha tenido suerte al conseguir tal o cual premio, por ejemplo, el Nobel, en realidad las razones están más cerca de una causalidad tras probablemente una vida de esfuerzo, que a la casualidad de que el individuo se encontrara paseando por una calle de Estocolmo justo en el momento apropiado en el que los miembros del comité Nobel necesitaban el nombre de un premiado para ese año.
Lo cierto es que son también los propios científicos los que a veces olvidan la diferencia entre estas dos palabras. Es habitual encontrar artículos científicos en los que los autores han realizado un buen número de mediciones de una manera competente. Tras jugar alegremente con los datos encuentran una cierta correlación entre dos medidas y formulan una tan interesante, como forzada, hipótesis de causalidad. Lamentablemente en muchos casos esto solo era debido a una mera casualidad, no pocas veces buscada a propósito con una eficiente ingeniería de datos, pero sin poder sostenerse tras una evaluación rigurosa. Aunque en muchos otros aspectos de la vida cotidiana se mezclan estos dos conceptos, poco tiene de casualidad que en pocas semanas hayamos pasado a encontrarnos en una situación de una muy alta incidencia del malhadado virus de la Covid-19, ya que esta sigue una bien predecible evolución.
De igual manera que a los individuos, casualidad y causalidad se aplican también a sociedades y países. Todo lo que hemos mejorado en España durante las últimas décadas se debe a un esfuerzo colectivo muy meritorio de muchísimas personas y varias generaciones. La ahora tan denostada por algunos Transición permitió que un conjunto de factores fueran los causantes de una continua mejora, todavía imperfecta, en muchos aspectos. Y los desastres que han sufrido algunos países de Latinoamérica, antaño muy ricos, se deben a nefastos comportamientos anteriores de sus gobernantes, no a una serie de casualidades incontroladas.
Deberíamos tener presente que para asegurar nuestro futuro no podemos depender de las casualidades, sino que tenemos que crear las condiciones para que se produzcan los efectos deseados. Necesitamos, tanto en lo personal como en lo colectivo, de una planificación suficientemente inteligente. Una receta bien conocida para obtener el éxito es garantizar la convivencia y evitar los enfrentamientos cainitas, entender la diversidad sin usar la diferencia para segregar y separar, cuidar a nuestros jóvenes con una educación de primera calidad y promover un entorno científico y tecnológico propio y suficientemente fértil. Sin duda, esta puede ser una lista de buenos deseos, probablemente compartidos por todos, para estos días navideños y de cambio de año.
Aunque la vida es tan compleja como para que casualidad y causalidad puedan aparecer de la mano en muchas ocasiones, les sugiero que se agarren a las seguridades de la causalidad y no se dejen cautivar demasiado por los cantos de sirena de la alegre casualidad. Dicho esto, imagino que si alguno de los lectores tuvo la suerte de ganar uno de los premios gordos de la lotería de ayer, estará con toda la razón riéndose de lo que les he contado y alabando el azar.
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