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Creo, como católico, que el catolicismo necesita otra refundación; un Concilio Vaticano III, pero en sentido contrario al segundo. El Catolicismo es una carretera de doble dirección y tocaría volver muy atrás. Casi nada que ha venido de los años 60 se ha demostrado bueno, ... salvo el magnífico corte de pelo de John F. Kennedy. Los 60 fueron el huevo de la serpiente de muchos desastres actuales: mayo de París, Concilio de las iglesias de polígono, la ropa acrílica no transpirable. Pienso que la Iglesia es ser reaccionaria frente a este tiempo desdichado, no acompasarse para hacerse simpática. Si la Iglesia católica hace seguidismo de esta época, para eso ya tenemos al Club Rotario. Algo he oído vagamente que ahora los obispos alemanes dicen que quieren vivir el catolicismo «de otro modo». No sé si es porque en Alemania la estiman demasiado moderna o, es lo que me temo, demasiado poco. En cualquier, caso no estoy muy interesado en los alemanes, esos romanticismos suyos que, cada tanto, cuestan un número bastante interesante de millones de muertos (incluyo el marxismo, que salió de allí).
Mis inquietudes ni siquiera tienen que ver con la actual ideología abiertamente izquierdista del Vaticano. Si hasta el padre Fortea Cucurull, célebre sacerdote reaccionario, dice que el Papa actual no es el Anticristo sino el Papa legítimo, que no existe la teoría de la sede vacante en la silla de Pedro porque Bergoglio ha sido elegido por el Espíritu Santo, con todas las garantías, entonces yo no tengo nada que decir. Mis inquietudes se dirigen más bien hacia una de las vigas maestras sobre las que se sostiene el catolicismo, y que visiblemente se está pervirtiendo de manera obscena, hasta hacer del catolicismo una especie de parodia. El sacramento de la confesión. La confesión diferencia al catolicismo romano de tantas iglesias cristianas, aparte el asunto de la Virgen. Los protestantes no creen que Dios lave las culpas terribles porque uno de sus representantes dibuje una cruz en el aire. En lo que yo no creo, por lo que veo en esta época, es en el arrepentimiento. No me trago, conociendo, desde la temprana infancia, tanta gente de tantos golpes en el pecho, que se arrepientan de sus pecados. Pecados gravísimos de ambición sin límites, de todo el poder y todo el dinero, de ausencia de misericordia, de falta de piedad y generosidad ante quien se encuentra en una situación de extrema debilidad. Aprovechan la confesión para lavar una mala conciencia que no poseen. Es como un pasaporte falso hacia el siguiente crimen, que maquinan en la misma misa. La Iglesia católica es un edificio incomensurable pero, como decía el teólogo suizo Von Balthasar del infierno, «puede que esté vacío», o casi. No sé si es más peligroso que tantos católicos no crean en Dios o que crean: probablemente lo segundo, porque se sienten 'lavados'. ¿Dolor de los pecados, propósito de enmienda? Siempre habrá un próximo buen argumento para ser un bueno que causa el mal. En lugar de dos avemarías sería más realista ordenar cortarse el meñique, como la Yakuza japonesa, antes de obtener la absolución.
Tanto creyente que utiliza el catolicismo para ascender –no espiritualmente– está haciendo que pierda la fe en todo aquello en lo que me crié, aunque no pierda a Dios. Y ese es el mayor pecado que antes podía cometerse: ay de aquel que por sus actos y bajo mi nombre alejare a mi rebaño...
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