Secciones
Servicios
Destacamos
Era abril cuando Watson relató cómo su amigo Holmes, al que daba por muerto a manos de Moriarty en el Problema Final, reaparecía por sorpresa. Volvía con el caso de la Casa Vacía. Un afamado francotirador apostado en la casa vacía de enfrente buscaba el tiro certero para asesinar, de una vez por todas, a un Holmes confinado, recluido en su casa. Pero Holmes conseguía darle caza simplemente porque no se encontraba donde el asesino creía.
Hoy, en plena pandemia, permanecemos recluidos entre cuatro paredes. Y, aunque físicamente deseamos ampliar nuestros horizontes, existe una reclusión peor y más sutil: el confinamiento ideológico. Este enclaustramiento dogmático supone el abandono de todo espíritu crítico. El relato político constituye la argamasa de unas paredes asfixiantes que se estrechan. Los recluidos en el relato, condenados a su repetición mántrica, pierden la originalidad para acabar juzgando los hechos según guion: disculpar ciegamente al afín del partido y fustigar al etiquetado como adversario. No pueden evitar deambular vehementemente entre el chivo expiatorio y el chivas exculpatorio. La dosis diaria de relato suministrada por el aparato deviene en el estupefaciente necesario que anestesia y gratifica la nueva fe de estos confinados.
Pero este confinamiento ideológico encierra un peligro no advertido. Nos convierte en previsibles y nos deja a tiro de los herederos de Moriarty. Al alcance de quienes ejercen el Poder para infantilizar la política, reduciéndola a un juego de intereses personales camuflados como generales donde solo cohabitan adversarios o personas conniventemente utilizables y donde las tácticas lingüísticas sobre el relato se imponen para alienar de la realidad. Desde el Poder, los relatos no se articulan para ayudar a comprender la realidad sino para deformarla. Los relatos no combaten virus sino el espíritu crítico pues es su peor enemigo.
Por eso mismo, el Poder nos precisa confinados ideológicamente para tenernos quietos a tiro desde la casa vacía de enfrente. Una casa, cuyos ventanales olvidaron la transparencia, desde la que disparar a la libertad de prensa, Tezanos gratias, a la separación de poderes, al control del ejecutivo, a los derechos, con decretos incomprensibles que aprovechan Pisuergas por la puerta de atrás del BOE.
En cambio, retar la conformidad resulta subversivo porque nos permite escapar de esa mira telescópica. Nunca ha sido tan urgente actuar como Holmes. Es preciso zafarse de los confinamientos ideológicos para desbaratar sus planes y atrapar en sus casas vacías a quienes esperan encontrarnos sometidos a su tiro letal. No. No aspiro a llevar razón, ni ser del agrado de nadie. Simplemente pretendo violentar aquellos relatos que buscan someter al individuo como sujeto. Lo siento por los herederos de Moriarty pero este mes de abril vuelve a escena el Décimo Dentista.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.