Se me revuelven las tripas
Juan Legaz Palomares
Jueves, 20 de marzo 2025, 09:55
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Juan Legaz Palomares
Jueves, 20 de marzo 2025, 09:55
Siempre que mi viejo cerebro me permite acceder a los recónditos escondrijos de la memoria que la materia gris conserva, me rememora algún dicho o ... anécdota que graciosamente soltaban mis antepasados. Todos ellos, pletóricos de experiencias que parecían sentencias y, en consecuencia, me alumbraban para que busque similitudes con las situaciones extravagantes que nos tocan vivir en la actualidad.
Me congratulo y me estrujo las pocas neuronas que me quedan lúcidas para esbozar un breve comentario, además de sacarle el jugo que encerraba su significado.
Hoy, mi añejo cerebro rememora el dicho popular de 'se me revuelven las tripas'. Estos antepasados expresaban el adagio en las ocasiones embarazosas en las que las personas actuaban de manera fraudulenta, o buscaban artilugios o excusas para estafar al prójimo a sabiendas.
En estos casos decían, socarronamente, «se me revuelven las tripas». Y por qué lo expresaban así. Pues muy sencillo, para evitar que los farsantes se sintieran mosqueados u ofendidos y, con sutileza de refranes o anécdotas, solapar el cabreo o la venganza.
Reconozco que estos viejos tenían mucho talento. El talento no se compra ni se roba. O se tiene o no se tiene. La mayoría de ellos no tuvieron ocasión ni siquiera de asistir a la escuela de Primaria. Sin embargo, su talento estaba ahí, pero no habían tenido la oportunidad de recibir la educación pertinente.
Sus dichos populares se transmitían de generación en generación y estaban repletos de sentencias que reflejaban, muy acertadamente, todos los acontecimientos que acaecían en el entorno del mundo que vivían y que les rodeaba en cada momento.
Como los desaguisados en los que estamos inmersos son múltiples –dan para esta expresión y mucho más–, no estoy dispuesto a que se me revuelvan las tripas, porque este revoltijo intestinal se suele producir por varias causas, como diarrea, indigestión por ingesta de alimentos en mal estado y otras infecciones estomacales o intestinales producidas por virus, bacterias o microbios, me conformaré con refugiarme en aquel otro dicho que también escuchaba a los ancianos de antaño cuando ya los viejos estaban acosados por las plagas de las enfermedades propias de la vejez. Ellos, con buen criterio, se lamentaban diciendo: «Los viejos estamos para sopicas y buen vino».
Pues eso, me beberé un vaso de vino del terreno, acompañado de una buena sopa calentita y, así, las tripas cesarán de hacer ruidos desagradables e incluso pestilentes, porque si no, me echarán de casa.
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