A Francisco Montesinos, un corazón enamorado de Jesús y María, 'in memoriam'
FRANCISCO JESÚS VERA MÉNDEZ
Domingo, 23 de marzo 2025, 09:33
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FRANCISCO JESÚS VERA MÉNDEZ
Domingo, 23 de marzo 2025, 09:33
Sabedor de que Francisco Montesinos era esa persona querida, amada y respetada por todos, y de que ha sido escogido por 'El que nos sostiene' ... para dejar un testimonio de vida en este mundo, lleno de desigualdades y miserias, debería servirnos, al menos, para consolar nuestras huérfanas almas. Pero ese consuelo no es suficiente, porque se ha ido un gran pilar de la Iglesia, una persona con vocación misionera que ha sabido llamar a muchas puertas para paliar la necesidad, la pobreza, el desánimo y el dolor en muchas familias.
Francisco, lorquino de pura cepa, tenía esa fortaleza natural y empuje innatos que contagiaba a todo el que se acercaba a él. Nunca se quejaba de sus dolencias físicas que crónicamente padecía, nunca existía la palabra 'no' en su vocabulario y, sobre todo, tenía un corazón limpio y rebosante de amor. Él amaba a los suyos de forma incondicional.
Todo parece haberse escrito sobre su gran proyecto evangelizador y caritativo (iglesia de San Diego, comedor social de Cáritas, hogar de Betania, banco de alimentos el Pan y los Peces...) a lo largo de toda una larga y productiva vida, lo que sin lugar a dudas ha permitido sostener y ayudar a muchísimas familias que traspasaron el umbral de la pobreza. Pero si me lo permiten, quisiera humildemente aportar que Francisco tenía además un corazón muy grande para amar y estaba profundamente enamorado de Jesús y de su madre María.
Muchos de los que lo hemos conocido y tratado de cerca, no olvidaremos sus retiros espirituales en la basílica de la Caridad o en el Coto Dorda, sus charlas evangelizadoras en los cursillos prematrimoniales, sus homilías profundamente preparadas o el amor con que celebraba muchos de los santos sacramentos a las personas que llamaban a su puerta. Nunca pidió nada para él: todo para los más «sencillos y humildes» con los que compartía mesa y mantel cada Nochebuena en el comedor social de Cáritas.
Personalmente, me he sentido honrado, como muchos otros y con más méritos que yo, de haber recibido su cariño, su amor y de haber podido crecer espiritualmente en su querida Escuela de Padres, aunque su mayor regalo con este que les escribe fue el permitirme que siguiera de cerca sus cuidados médicos en la última y frágil fase de su vida.
Su última lección fue despedirse de todos con ternura, con una cálida sonrisa y con extremada lucidez el mismo día que marchó al encuentro de la casa del Padre, cogidos de la mano. Lo llamó pronto su amigo Jesús, en medio de una oración angelical y un cántico celestial. Todo fue natural y rápido como ocurre con los elegidos y llamados por el Padre.
Solo podemos desearte, querido amigo, en este hondo vacío que ha provocado tu marcha, que disfrutes de la vida y el paraíso eterno que te tiene reservado nuestro Padre, al lado de tu amigo Jesús y tu queridísima Virgen Blanca.
Hasta siempre querido amigo Francisco. Nunca te olvidaremos.
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