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A la hora de encontrar una solución que salvaguarde la salud de alumnos, profesores y PAS de la Universidad, nos encontramos con la idealización o mitificación del trabajo virtual, que se hace extensiva a la docencia. Todo el mundo entiende que no es lo mismo hacer un viaje a lo largo del Nilo, o visitar Nueva York, París y Roma, que verlo en una pantalla; pero cuando se habla de docencia, el factor personal y humano parece no tener sentido, y la docencia virtual se presenta como equivalente a la presencial.
No se trata de infravalorar la comunicación virtual, el trabajo frente al ordenador, pues son muchos los docentes que realizamos nuestra investigación frente a un libro y una pantalla, sino de ser conscientes de que la docencia virtual conlleva pérdida en la formación y el trato personal, y por supuesto, en la vida universitaria.
Según los estudios presentados y previstos, la Fase 1 establece la apertura de bares con mesas externas, en la Fase 2 se puede ir a cines y restaurantes con aforo limitado, en la Fase 3 (sobre el 8 de junio) se abrirán playas y piscinas, y a finales de junio, en la Fase 4, la nueva realidad. Pero en ninguna de estas fases ni en esa nueva realidad se incluye que en julio podamos examinar a nuestros alumnos con todas las precauciones posibles.
Muchas eran las soluciones que se podían haber buscado: exámenes de dos horas, comienzo escalonado en el horario de inicio de los exámenes, división en aulas de los grupos para salvaguardar las distancias, exámenes en polideportivos o áreas al aire libre en los campus (no invento nada, así lo hacen los chinos, también para oposiciones), sin embargo se ha optado por cancelar los exámenes presenciales, con el consiguiente estrés para los docentes y el alumnado, y la posibilidad de desigualdades según los conocimientos informáticos.
Ahora vamos más lejos, queremos anular las clases presenciales del primer semestre del próximo curso académico 2020-21. Hermosa imagen damos al país y a nosotros mismos si España puede abrir bares y discotecas, pero no sus aulas con gel y mascarillas.
Y para aquellos interesados en las repercusiones económicas, deberían pensar lo que supone la Universidad como motor económico de las ciudades universitarias: en cuanto el alumnado sepa que no podrán asistir a clase, dejará de alquilar pisos y el consumo en supermercados y hostelería descenderá.
La relación profesor alumno parece ir deteriorándose con el paso del tiempo, lejos queda la imagen de los filósofos griegos dialogando con los alumnos a la sombra de un árbol. Pues bien, la interacción es fundamental para un aprendizaje, ahora más virtual y menos humano. Y hasta las universidades 'online' hacen los exámenes presenciales.
«Se ha dicho hartas veces que el problema de España es un problema de cultura. Urge, en efecto, si queremos incorporarnos a los pueblos civilizados, cultivar intensamente los gérmenes de nuestra tierra y de nuestro cerebro». Estas palabras escritas a mano de don Santiago Ramón y Cajal presidieron con la fotografía del insigne científico la consulta de mi abuelo y el laboratorio de mi padre, a la foto de don Ramón dirijo mi mirada y pienso tristemente que nuestras alumnas y alumnos no podrán examinarse en un aula, pero sí podrán quedar en el bar para celebrarlo.
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