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Los gobernantes tienden a simplificar y concentrar el poder con la justificación del bien común o, como dicen los modernos, con la justificación de escuchar la voz del pueblo. Voz que escuchan con atención y determinación y de la que extraen la feliz coincidencia que ... con la suya propia tiene. Cuando este milagro se produce y hay plena identidad en lo que el pueblo necesita y lo que sus gobernantes ofrecen es cuando este se erige en valedor y defensor de las esencias nacionales y, por tanto, en protector de la Patria (Patria que en la terminología actual puede ser una ideología, un partido político, un club de fútbol, una asociación vecinal o una autonomía). La voz del pueblo siempre es uniforme y sincrónica, exigente y urgente. Alguien dijo que el pueblo es una unidad de destino, vaya usted a saber, lo que está claro es que el pueblo es soberano, como el brandy, y ya lo de libertad, solidaridad e igualdad lo dejamos por obsoleto, basta con soberano. En el caso del pueblo el número de unidades no importa porque es un conjunto indisociable e indivisible. El pueblo es uno, único e individual. Es Él. ¿Y Él quién es? Pues Él es el Pueblo. Y Él pueblo dispone de mecanismos ejecutivos, legislativos, judiciales y tributarios para establecer lo que el pueblo debe escuchar, leer, pensar, juzgar o soñar.
Y... Él pueblo ha decidido por unanimidad de la totalidad reunida en la televisión popular, donde reside la soberanía (¡Ya está bien de parlamentos!), que hay que regenerar la democracia. ¿Y la democracia qué es? Pues un sistema político en el que la soberanía reside en el pueblo. Pues ya está, Él pueblo. ¿Y en que consiste la regeneración? Solo Él pueblo lo sabe. Para ello Él pueblo va a activar un plan de acción democrática. ¿Y eso qué es? Pues una medida para limpiar el fango de la cuneta derecha de las carreteras, caminos y viales, que son muchos, y regar las flores de la otra cuneta, que cada vez son menos. Y no conviene hacerse preguntas antipatrióticas como: ¿no convendría regenerar antes la verdad? ¿No convendría regenerar antes la realidad? ¿No convendría regenerar antes la palabra? ¿No convendría regenerar antes las dudosas actitudes de aprovecharse del poder para no perderlo? ¿No convendría regenerar antes la distribución de fondos o contratos públicos? ¿No convendría regenerar antes las instituciones para esterilizarlas de la utilización partidista? ¿No convendría antes regenerar las relaciones familiares? ¿No convendría antes regenerar el desprecio y el insulto? No, esas preguntas se pueden considerar degenerativas. Y Él pueblo es regenerador.
Él pueblo sabe que hay que tomar medidas contra los que intoxican y pervierten la convivencia y, por tanto, la democracia, aunque sean muchos. Y que estas medidas se han de tomar sin rabia ni ira y dejar que sea la cuneta derecha del sistema la que salte, aporree la puerta y justifique la idoneidad y la mesura de las disposiciones populares. Él pueblo sabe, pero el pueblo no sabe, por eso es necesario que sea dirigido y conducido, orientado y educado. Para esta misión evangélica es necesaria una élite popular: el presidente del pueblo, el encargado de las mascarillas o de las vacunas del pueblo, el juez del pueblo, el fiscal del pueblo, la mujer del pueblo, el hermano del pueblo, el justicia del pueblo, la folclórica del pueblo, la esteticién del pueblo, los palmeros del pueblo. Y tener instituciones fuertes y comprometidas: la universidad del pueblo, las empresas del pueblo, los tribunales del pueblo, las autonomías del pueblo, el congreso del pueblo, el Estado del pueblo.
El pueblo tiene un diccionario popular que indica que regenerar es dar nuevo ser a algo que degeneró. ¿Quién lo degeneró? El que lo degenerara gran degenerador será. El pueblo no ha podido ser. ¿Habrá sido Él pueblo? Tampoco porque es soberano. ¿La cuneta del fango? No tiene poder. ¿Degeneró solo o degenero en compañía de los que bien viven del presupuesto? ¿Quizás, alguna fuerza política pueda satisfacer nuestra curiosidad? Quizás, Él pueblo sepa la respuesta. Quizás, todos sepamos la respuesta.
La democracia no necesita regeneración caprichosa y autoritaria. Necesita respeto, separación de poderes, diálogo y conciliación. La imposición ideológica es contraria a la democracia. La corrupción es la degeneración de la democracia. La impunidad es contraria a la democracia. La demagogia es incompatible con la democracia. La incompetencia es la desgracia de la democracia. La amenaza y la venganza es la perversión de la democracia. El insulto es la degradación de la democracia. La opacidad es la decadencia de la democracia. La mentira es el inicio del fin de la democracia. Dejar en paz a la democracia es la esencia de la convivencia.
El pueblo es soberano. Él pueblo solo es poder y salario.
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