Carlitos, de El Palmar al Olimpo
ISAGOGE DE MELA ·
Sus neuronas y circuitos cerebrales trabajan a tope, al unísono, sin dejar un ápice de atención a distraccionesSecciones
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Sus neuronas y circuitos cerebrales trabajan a tope, al unísono, sin dejar un ápice de atención a distracciones¿Qué es 'Murztia'? Preguntan en inglés americano... Es su casa, respondo. ¿Qué gritan... itos? Sí, Carlitos, el diminutivo cariñoso de Carlos. Le llaman Carlitos ... y Charlie, con afecto, con devoción, sintiéndose cercanos a él, dándole apoyo emocional sincero. Es un mimo, un halago de cientos de personas que, aunque no le conocen personalmente, lo sienten como propio. El orgullo de ser un deportista español en la élite mundial que representa no solo valores deportivos, sino también valores humanos meritorios. Un deportista ejemplo sano de lo que se consigue con esfuerzo y que, desde el Club de Campo de El Palmar y desde el Club Tenis de Murcia, es ya ciudadano y estrella del mundo.
El estadio Arthur Ashe, en los Flushing Meadows de Nueva York, es enorme, el más grande de los dedicados exclusivamente al tenis, con capacidad para 23.771 espectadores. Allí, llama la atención el poderío mental de Carlitos, la capacidad de evadirse de la situación y de concentrarse en el juego. Es otro tipo de inteligencia, más allá de la inteligencia motora, que de esa anda sobrado.
Carlitos habla consigo mismo, en silencio. Alcanza el estado mental de concentración. Se abstrae de dónde está y del público. Se le nota que ha entrado en flujo. Sus neuronas y circuitos cerebrales trabajan a tope, al unísono, sin dejar un ápice de atención a distracciones. El tiempo y lo superflúo no importan. Llega preparado, conoce las dimensiones de la cancha y no tiene que calcular sus límites, eso es automático. Todas sus energías están centradas plenamente en la tarea, que quiere hacerla bien y disfrutarla. Solo existen la bola y el contrincante. Debe aprender las flaquezas del adversario y, en cada respuesta, sus movimientos, que pueden estar automatizados. Adaptarse a sus cambios, hábitos y manías para convertir los quebrantos en ventajas. Y eso, el cerebro de Carlitos lo hace de forma inmejorable.
Pero más allá de conocer al contrincante, en Carlitos se aprecia tanto su bonhomía como que tiene los pies en la tierra. Respetuoso. No degrada al contrario. No tiene poses de superioridad, él juega contra sí mismo. Su gesticulación es ajena al barroquismo, sin aspavientos, lo justo de la alegría o de la desilusión. Sin desmesura, comedido, sin subestimar al rival, sino ponderándolo y calculando sus reacciones. Y todo empezó en El Palmar, en Murcia. Le enseñaron bien en casa. Esos modos se graban desde la cuna. La labor de sus padres, Virginia y Carlos, de sus hermanos (Álvaro, Sergio y Jaime), de sus abuelos, de su familia y amigos ha sido esencial. Enhorabuena a todos y gracias por el saber hacer.
Para triunfar, se dice que el secreto radica en estar preparado. Si en el deporte de élite, la repetición, el aprendizaje de programas motores y el desarrollo de la musculatura son básicos, también lo es la protección de las articulaciones, evitando movimientos que puedan ser dañinos a largo plazo. La prevención es regla primordial y primer peldaño para la alta productividad. Desde los 4 años, Carlitos tuvo la suerte de tener entrenadores, Carlos Santos y Kiko Navarro, coordinados por su padre y por su manager, Alberto Molina. Más tarde, contar con la inestimable experiencia, orientación y consejos de Juan Carlos Ferrero, y de haber aprendido a cuidar el cuerpo y controlar la mente con un excelente equipo de médico, fisioterapeuta, psicóloga, preparadores físicos y nutricionista. Ellos le aportan los cimientos del equilibrio físico y mental, con base en el entrenamiento integral y la alimentación saludable que, por fortuna, Carlitos la ha tenido desde siempre, con las deliciosas frutas y verduras de la huerta murciana, el puchero andaluz con 'pringá' y las viandas de solera de la tierra, como el jamón serrano ibérico, de calidad.
Las aves cantan en el cortejo, las plantas florecen en su proceso vital y los humanos nos congratulamos porque pájaros y flores nos alegran con sus serenatas, colores y olores. Entramos en ritmo alfa, segregamos endorfinas y estamos exultantes. Lo mismo nos ocurre cuando vemos a Carlitos en acción, transmite sus sensaciones a todo el estadio. Los puntos cantan. Sin darnos cuenta, el tiempo vuela. El contagio emocional está en marcha. Es el júbilo colectivo, tan importante en la historia humana para la supervivencia grupal. El regocijo se transmite de unos a otros, incluso entre desconocidos. Y esa onda de energía positiva y axiomática, invisible pero innegable, parte de Carlitos y se propaga sutilmente, en perfecta sincronía, sin fronteras. Se transmite flamante por el aire en el estadio y vuela por las ondas de la comunicación hasta el último rincón del planeta, incluida la Vega del Segura, huerta risueña que da frutos y flores sin igual.
Al joven Carlos Alcaraz aún le quedan muchas competiciones, mucho sacrificio, perseverar, saber cuidarse y ser feliz, para gloria del deporte y para nuestro gozo. ¡Gracias, Carlitos! Y ¡Viva Murcia! Que, gracias a él, hoy se conoce más, de norte a sur y de este a oeste.
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