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Siete de abril del año del Señor de 1723. A cinco millas al sur de la bocana del puerto de Cartagena, Fernando León, capitán del ... barco de matrícula francesa 'Nuestra Señora de África', que ha zarpado de Nápoles con carga de trigo destino Málaga y orden de escala en Cartagena para desestibar una gran caja contratada por Francisco de Irsino, manda poner el barco en facha, tras los grandes desperfectos provocados por un tremendo temporal al norte de Menorca y a sabiendas de que el resguardo del puerto cartagenero es su única salvación. El grumete acaba de picar las cuatro de la madrugada y ya los boteros del puerto están bogando en demanda del averiado navío que atraca sin problemas, gracias a la profesionalidad de los trabajadores portuarios.
Comprobado el manifiesto de carga, el trigo es decomisado por los regidores municipales dada la falta de alimentos de la plaza, pero la gran caja se arría. El temporal ha dañado la envoltura y, entre listones, se adivina una bellísima imagen de la Virgen de los Dolores, una 'Pietá' napolitana cuya dimensión y policromía emocionan a los portuarios estibadores. Un carro espera para transportar la mercancía, pero esos hombres, bragados en la dura faena de la carga y descarga, liberan la imagen de su envoltura y, deslumbrados por tanta belleza de esa Virgen genuflexa con su Hijo muerto en el regazo, trocan músculo por sentimiento y deciden llevarla a hombros hasta su destino: el Hospital de Caridad.
Imaginen lo que pudo ser esa improvisada procesión de La Caridad a hombros de los portuarios por la calle Mayor, aún no habían abierto el 'agujero' de Gisbert. Un antepasado del 'Quillo' se suma al cortejo, al toque inigualable de su tambor convoca a los vecinos, y toda Cartagena sale a la calle en pos de su Madre. Desde entonces, las contadas veces que La Caridad ha dejado su 'Casa', después de que los operarios del Puerto la hayan bajado de su camerino hasta el trono que la va a portar, sus hijos devotos cierran tiendas y locales, dejan quehaceres y diversiones mientras las hijas preparan ensaladilla para tener algo que comer cuando al atardecer vuelvan a casa después de acompañar a su Patrona por las calles de Cartagena.
Este murciano, al que le tiembla el pulso cuando escribe algo de la Madre y que tiene como su mayor honor haber sido propuesto y nombrado miembro de la Junta de Gobierno del Santo y Real Hospital de Caridad –que existe como fundación desde que el cordobés Roldán, ilustre artillero destinado en Cartagena, decidió construir el Hospital de Caridad–, proclama y sostiene que la devoción del pueblo de Cartagena a su Patrona supera cualquiera otra.
Dos anécdotas avalan mi tesis. Durante la tremenda guerra incivil, algunos 'rojos' desalmados, utilizando indebidamente el nombre de republicanos, dieron por quemar iglesias, asesinar curas y monjas y destruir las tan queridas imágenes religiosas. Por culpa de esos energúmenos, Cartagena perdió muy bellas imágenes obra del escultor Salzillo, pero la Virgen de la Caridad permaneció intacta en su camerino de la basílica. El milagro se debió a la custodia que un grupo de señoritas putas del Molinete, ataviadas con el mono miliciano y terciando mosquetón, decidieron darle a la patrona guardia día y noche, formando a la puerta del templo y bajo un cartel que en grandes caracteres rezaba: 'Esta es nuestra patrona no la toca ni Dios'. Así fue, ningún miliciano se atrevió a desobedecer esta orden y durante muchos años, cualquier cartagenero que se preciara destinó su primer sueldo al cepillo de la virgen.
Ahora es el momento de volver a poner nuestros ojos en el templo de la Madre. El paso de los años ha dañado gravemente la techumbre de la original cúpula y la estructura del templo y la Junta del Santo y Real Hospital de Caridad ha decidido acometer la magna obra de restauración con una inversión tan cuantiosa como necesaria. Grandes profesionales trabajan sin descanso para garantizar la sostenibilidad del templo sin merma alguna de su belleza, pero las ayudas planeadas y solicitadas son tan escasas que llegan a preocupar. Obispado, Ayuntamiento, Comunidad Autónoma, Autoridad Portuaria, empresas cartageneras o con intereses en la zona, amantes y defensores de las tradiciones, fieles devotos de La Caridad, recordad que hay un precepto bíblico de absoluta actualidad: «Dad y se os dará». Nuestra Patrona, la Virgen de la Caridad, alcaldesa perpetua de Cartagena, merece una morada bella, segura, con futuro, para desde allí seguir derramando amor y protección a todos los que, con tanta devoción como cariño, nos proclamamos, con orgullo, sus más entusiastas admiradores.
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