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Confesionario del penitenciario de la Santa Iglesia Catedral de Murcia, un feligrés arrodillado: «Padre, me acuso de que lo del Apocalipsis del cambio climático me parece un cuento y que a los padres de la niña Greta me gustaría darles un soplamocos». «Hijo, vete en paz y cuando vuelvas que sea con pecados de fuste».
No pretendo, ni podría, sentar cátedra acerca de este discutido tema del cambio climático pero, qué quieren que les diga, estoy bastante de acuerdo con este penitente: me escama la pasión con la que los neocomunistas se han abrazado a este dogma y malicio que han visto un pretexto para seguir dando la batalla al progreso, al bienestar, a la elevación del nivel de vida protagonizado por el sistema capitalista. Derrotado el comunismo en todos los frentes occidentales, la estrategia para volver al poder es empobrecer a la población y eso es lo que se lograría con el retroceso que suponen las medidas restrictivas para controlar el pretendido calentamiento, frenando el progreso y aumentando la intervención de los poderes públicos.
La tierra, a través de siglos y siglos, ha vivido épocas de glaciaciones e interglaciaciones y ningún antepasado osó proclamar que fuera la acción del hombre la culpable de estos ciclos. Antes al contrario señalaban a la actividad solar, el relieve del terreno, la capacidad reflectora de la tierra, los cambios en la órbita terrestre y la actividad volcánica, entre otros, como los causantes de los cambios climáticos. No soy especialista en desiertos pero me da la impresión de que ninguno de los actuales fue tal al principio de la creación sino que las interglaciaciones, y no la acción del hombre, los fueron convirtiendo en lo que ahora son.
La Iglesia, antes, intentó manipular al género humano con las amenazas de un fuego eterno para todos los que no siguieran sus credos y mandatos. No hay más que dar una ojeada al Levítico, uno de los libros del Pentateuco, para asombrarse de la cantidad de prohibiciones que se imponían al creyente; menos mal que Jesucristo, el hijo de Dios, vino entre nosotros para abolir el Antiguo y proclamar el Nuevo Testamento. Y ahora esta izquierda comunista, totalitaria e intervencionista, quiere remedar al denostado Levítico y martirizarnos con prohibiciones que harían palidecer a los inquisidores. Lo malo es que lo de que el cambio es obra del hombre está teniendo mucho eco entre la juventud gracias al invento de Greta, una niña inmadura, con serias limitaciones, que, bien dirigida, está contribuyendo al éxito de la contienda y al enriquecimiento de sus padres. Mis sospechas se acrecientan al constatar cómo una panda de capitalistas especuladores, encabezados por Al Gore, se ha lanzado a financiar y aplaudir el nuevo dogma.
No confundamos cambio climático con contaminación, esta sí depende de nuestras acciones, estamos obligados a respetar el medio ambiente, acostumbrarnos a ahorrar luz y agua, reciclar nuestras basuras, respetar a nuestros ríos, no ensuciar nuestros mares, controlar las emisiones de las industrias contaminantes, salvar nuestro Mar Menor; pero, a mi parecer, no pasa igual con el cambio climático, los que creen que la acción del hombre es determinante deben aceptar que su verdad no es dogma y que hay gente preparada que afirma lo contrario sin que deban ser estigmatizados como lo fue el reconocido naturalista David Bellamy.
Greta al colegio, la izquierda comunista en almoneda, los creyentes climáticos de buena fe abiertos al debate, los especuladores a disposición de la Hacienda pública y nosotros, a aguantar el calor cuando toque y sudar como hacía don Sebastián en la famosa zarzuela 'La Verbena de la Paloma' cuando entonaba: «El calor que hace esta noche sí que es una atrocidad y yo tengo a todas horas la cabeza tan sudá», a lo que su amigo don Hilarión, el farmacéutico, no tardaba en contestar: «Eso es bueno y conveniente mi señor don Sebastián, he leído que el que suda vence toda enfermedad».
El maestro Bretón situó la acción de la verbena en Madrid el 14 de agosto de final del siglo XIX, entonces ni circulaban coches diésel, ni había fábricas contaminantes ni calefacciones emisoras de CO2. Feliz Año queridos lectores y que el Niño que acaba de nacer nos ilumine y nos proteja que falta nos hace.
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