Cabreados
VERITAS VINCIT ·
España antaño próspera y en paz, hogaño asolada y arruinada por esta conjunción social comunista, independentista y filoetarraSecciones
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VERITAS VINCIT ·
España antaño próspera y en paz, hogaño asolada y arruinada por esta conjunción social comunista, independentista y filoetarraHace muchos años, en los predios de los duques de Medinaceli y Alcalá de los Gazules se mandató que los vecinos propietarios de cabras pagaran ... un suplemento de sus impuestos por cada uno de los mamíferos rumiantes para compensar lo mucho que comían y lo tanto que devastaban el forraje en sus correrías por las fincas de los nobles señores. Para la exacción del impuesto se confeccionó una lista llamada de los cabreados que ninguna gracia hizo a los cabreros. Hogaño cabreado significa enfadado.
Digo y sostengo, sin lugar a duda, que cada día que pasa somos más los cabreados en esta España antaño próspera y en paz, hogaño asolada y arruinada por esta conjunción social comunista, independentista y filoetarra. No quisiera contribuir al extendido enfado poniendo negro sobre blanco todo aquello que nos mueve a disgusto, y en algún que otro caso a la ira, pero me pasa como a aquel ladrón mudo que tras el golpe al banco y una vez que el jefe de la banda acabó el reparto del botín, al ver que le correspondía menos que a nadie elevó la voz para mostrar su total desacuerdo. Ante el asombro que produjo su parlamento exclamó: «Mudo soy, pero con estas putadas hacéis hablar a cualquiera».
Eso mismo me pasa a mí. El papel de crítico no es ni cómodo ni agradable, las más de las veces crees que estás perdiendo el tiempo, otras, que tanto enfado puede afectar a tu salud y, por si faltara poco, te encuentras con que acabas de perder a algún amigo, que antes tenías por tal, solo por el hecho de manifestar libremente tu opinión; unas veces por su estatus, otras por su autismo y algunas por su necedad, no se cortan en ponerte como chupa de dómine, cuando no a parir con alguna calumnia para descalificar tu posición y tu punto de vista, opuestos naturalmente al suyo.
La crítica no es fácil cuando quieres motivarla con argumentos. Es la verdad, la medida y el tono lo que harán que tus lectores aumenten no solo entre los más apasionados coincidentes, sino entre aquellos que gustan de la información, el contraste de pareceres y la reflexión. Por eso, en el equilibrio entre el no llegar o el pasarse, está la clave del éxito. Muñoz Seca, en su deliciosa obra teatral 'La venganza de don Mendo', pone en boca de uno de sus entrañables personajes una jugosa reflexión sobre el juego de las siete y media que viene al caso: «El no llegar da dolor pues indica que mal tasas, mas ¡ay! de ti si te pasas si te pasas es peor».
Dicho todo lo anterior, a manera de exordio exculpatorio, sigo sosteniendo que el grado de cabreo de una gran mayoría de españoles va en aumento progresivo.
Nos ha cogido de lleno una brutal pandemia con un gobierno salido de una trufada moción de censura, plagado de socialistas incompetentes y sectarios y comunistas antisistema más incompetentes si cabe, comidos por el odio y el afán de revancha, apoyados por un grupo de diputados independentistas unos, proetarras otros, y algún francotirador que en su vida se las ha visto mejores. Si a esta desgracia le añadimos que ese gobierno está presidido por un mentiroso compulsivo que todo lo basa en el engaño, la publicidad, y el postureo, sin el mínimo atisbo de gestión, se explica que el número de cabreados vaya en aumento y que la olla este a punto de la explosión.
Fallo en la vacunación, inminente subida de impuestos, crisis social económica y de valores sin parangón, la nave sin rumbo escorando a babor y estribor, el gobernalle dando vueltas sin fijeza, y un espantado tripulante grita desde la borda: ¿hay alguien al mando?
Y mientras tanto, media España pendiente de las elecciones en Madrid por si una derrota del sanchismo puede extenderse al resto de la nación y señalar el principio del fin de esta pesadilla. Nunca unas elecciones autonómicas han despertado tanto interés y tanta esperanza, lo que demuestra el peligroso derrotero por el que circulamos, cada vez más abatidos, cada vez más desesperanzados, cada vez más cabreados.
La cacicada de los duques de Medinaceli y Alcalá terminó pronto; los cabreados no se conformaron con ese arbitrario impuesto, y el grado de protesta fue tal que los nobles decidieron dar marcha atrás, la lista de cabreados se destruyó, y las cabras, con sus pastores, siguieron campando por sus respetos como lo habían venido haciendo desde tiempo inmemorial. Que cunda el ejemplo.
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