Bulos, verdades y la pesadilla de Resines
EL DÉCIMO DENTISTA ·
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EL DÉCIMO DENTISTA ·
El bulo de que la ministra González Laya se congratulaba por la victoria de Bin Laden en lugar de Biden quedará como simple anécdota frente a que uno más uno del Ejecutivo sigan siendo siete del bloque de investidura para aprobar las cuentas de los Presupuestos. Que no cunda el pánico. Tal como está el patio, hubiera sido peor uno que confundiera a Trump con tramposo o trampantojo.
Los lamentables bulos aprovechan lo plausible para desinformar. Tantas entrevistas y encuentros ministeriales provocan declaraciones en paralelo que discurren a velocidades dispares según la máxima evangélica de que tu derecha no sepa lo que hace tu izquierda. Máxima que, a su vez, este Ejecutivo ha impuesto religiosamente al Congreso con este estado de alarma permanente revisable a medida. Máxima que también impera dentro del Gobierno con los bolos bolivarianos del Vice. Nadie entiende en representación de qué. La neurona no da para tanto... o tal vez sí. Así, normal que necesiten más de mil asesores y un 36% más de altos cargos que sus predecesores para repoblar esa Españita vaciada que sí les preocupa: los ministerios vaciados de competencias. Asesores como cabezas de hidra que en la oposición se exigen recortar, pero luego proliferan como imprescindibles cuando el apoltronado Hércules y el redondo Morfeo se van de copas. El problema nunca fue el coste sino de quien dependían, ¿eh? ¿De quién?
Pero a este pobre Gobierno le brotan más verdades eternas de media hora que asesores. Aprovechando el Pisuerga de la UE contra las 'fake news', montan el comité de la Verdad dirigido por su factoría de ficción y que criticaron al PP hace dos años. El problema nunca fue la libertad de expresión sino de quien dependía, ¿eh? ¿De quién?
Entre tanto, deben andar demasiado ocupados eligiendo cuál de las verdades quedarse. Las tienen de muchos colores y abalorios, más que maletas en el aeropuerto de Barajas sin tocar suelo. El IVA de las mascarillas y Europa; lo imprevisible incluso ocho meses más tarde; nuevas normalidades anómalas; salimos más fuertes; pero cómo se os ocurre salir; que puede entrar todo turista; que no, que traigan PCR; que comité de expertos; que de fantasmas; que rebelión o indulto; que terrorismo o lucha armada; que ni hablar con Bildu; que Otegui hombre de paz... Ante tal carrusel de verdades, un bulo cuela a un extinto terrorista como futuro interlocutor político y suena a lapsus real. En última instancia, la Fiscalía, como Harvey Keitel, podrá como Señor Lobo limpiarlo todo. Porque el problema nunca fue lo justo sino de quien dependía, ¿eh? ¿De quién? Uno más uno serán siete pero la única esperanza será que, al final, todo acabe como una pesadilla de Resines.
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