Borrar

Bronca en el Congreso

Ahora comprendo que los partidos políticos no tengan rivales sino enemigos

Domingo, 7 de junio 2020, 00:11

Si hay un lugar en el que la gente debería dar ejemplo de comportamiento ese es el Congreso de los Diputados. Lo lógico es que sus señorías, a quienes elegimos teóricamente cada cuatro años, sean personas de cierto prestigio en sus terrenos profesionales o, directamente, en la política; luego, se demuestra que son de su padre y de su madre. Los vamos conociendo conforme avanzan las legislaturas.

Todos ellos, y todas ellas, quisiéramos que fueran lo más correctos y capaces posible, pues así se contribuye a la mejora del país. Por eso creemos que son buenos... hasta que no se demuestre lo contrario. Durante estos últimos días, en los que el efecto de la pandemia ha aflojado, hemos visto con estupor cómo subió la temperatura en la tribuna del Congreso. No hubo día en que los medios no destacaran este o aquel desatino, producido por ataques de diputados de un partido a otros de otras formaciones. Que se peleen sus señorías, en vez de poner todos su granito de arena para salir de esta situación lo mejor y lo más rápido posible, es lo que menos podríamos esperar.

Repetiré aquello de que se entiende que los partidos de la oposición quieran aprovechar la coyuntura de la debilidad de un gobierno que ha sido dañado desde diversos frentes, pues la política es la política, y los sentimentalismos están para las telenovelas. Todo eso se entiende. Pero no las maneras como se plantean, que sirven más para azuzar la crispación que para buscar soluciones al conflicto. La oposición no ha aportado más argumentos que todo está mal hecho, y que hay que poner crespones negros por todo el país. Ahora comprendo que los partidos políticos no tengan rivales sino enemigos. La disputa racional se sustituye por el odio irracional. De aquellos polvos vienen los lodos en los que se enfangan, un día sí y otro también, unas señorías que demuestran tener poco o nada de señorío.

Interesado por el tema de si siempre esto ha sido así, y si también pasa en otros países, he echado mano a una documentación de urgencia. Y sí, no hay nada nuevo bajo el sol, y en todas partes cuecen habas. No hace mucho, apenas seis o siete años, Jesús Posada, a la sazón presidente de la Cámara Baja, medió entre un diputado del PSOE, Luis Tudanca, y el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, con un '¡Esperen ustedes a que termine y luego hagan sus exclamaciones, coño!'. El socialista recriminaba al miembro del Gobierno por seguir sin asignar fondos a la Ley de la Memoria Histórica en un segundo año de legislatura. Fue una buena bronca. Pero hay bastantes más. El 16 de marzo de 1936, a punto de declararse la guerra civil, un diputado socialista exigió al presidente de la Cámara gritar '¡Viva la República!', en la sesión de apertura tras las elecciones de febrero anterior. Ante la negativa de los conservadores, aquellos comenzaron a cantar 'La Internacional'.

Mucho antes, hace poco más de un siglo, leo en un ensayo de Gerardo Martín Pascual, refiriéndose al pique entre Joselito 'El Gallo' y Belmonte, que las grandes rivalidades fomentan por igual aplausos y broncas. No bastaba con aplaudir a uno de sus ídolos, sino que había que fomentar la bronca al contrario. Y eso, siendo el mundo de los toros el gran referente del ocio de entonces, no era difícil trasladar al Congreso. A ver si la tradición de la rivalidad política va a proceder del mundo de los cuernos.

Encontramos otras famosas peleas políticas en Congresos, Senados o Cámaras en Francia, Reino Unido, Ucrania, que parece ser el país de los mayores enfrentamientos entre partidos políticos, Italia... No hace mucho, un miembro de la cámara italiana se burló de la esposa del líder de la Liga Norte. Acabaron a bofetadas. En Corea del Sur, en 2012 hubo que sacar una ley para acabar con las peleas parlamentarias, especialmente violentas en 2009. Y no digamos de nuestros hermanos latinoamericanos, empezando por Maduro, cuando aún no era presidente, que se lio a mamporros con un asambleísta de la oposición. O, sin salir de Venezuela, la trifulca entre chavistas y oposición en 2013, con sillas, vasos, ceniceros y carpetas volando por los aires. También en Argentina, México, Ecuador, Perú... tenemos cumplidas experiencias de peleas entre asambleístas.

¿Todo esto mitiga nuestro enojo sobre lo que vemos y oímos en los bancos del Congreso español? Ni mucho menos. Nos dice, si acaso, que el género humano no tiene remedio. Por decir algo.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad Bronca en el Congreso