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Cayó la breva, digo el Boris. No sin defenderse durante meses como gato panza arriba, eso sí. No sin arrastrar a su partido, en poco ... más de dos años, a un derrumbamiento sin precedentes en la historia electoral británica. No sin quemar hasta el último aliado que le quedaba, incluidos los más amarillentos tabloides, enamorados de él hasta no hace tanto. Todas las encuestas, desde la publicación el pasado noviembre de las primeras fotos del llamado 'partygate', predecían lo inevitable; tal vez la sorpresa no resida en su dimisión estos días como presidente 'tory', sino en haber aguantado –en la esperanza de que la guerra de Ucrania relanzaría su imagen– hasta verano. Ni con agua caliente: para desalojarlo, los conservadores han tenido que hacerle un Casado, con medio partido retirándole públicamente su apoyo en una serie de cartas de dimisión con el léxico más afilado que los puñales de la boda roja. En el momento de redactar estas líneas, Johnson negocia 'in extremis' con la derecha británica que se le permita continuar como primer ministro interino hasta el otoño, para evitar humillaciones mayores, pero su destino inmediato aún no está claro. Pase lo que pase, hay que ir haciendo las maletas, así que bueno, pues nada, figura. Tanta paz lleves como descanso dejas.

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laverdad A Boris le hacen un Casado