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En estos días hemos asistido a un debate sobre el funcionamiento de la bolsa de trabajo del Servicio Murciano de Salud, en particular sobre cuándo pasa la lista al siguiente aspirante y si el aspirante puede o no autobaremarse. Sin embargo, me temo que este no es el verdadero problema. ¿Cuál es el problema? El problema es que existan bolsas de trabajo, al menos tal y como funcionan. Para dar una respuesta rápida, hablando de médicos, ni Madrid ni Cataluña ni Galicia, ni otras muchas comunidades autónomas, tienen bolsa de trabajo. ¿Por qué? Porque limitan enormemente la especialización y la verdadera carrera profesional, y con ello el dar las mejores soluciones a los pacientes. ¿Qué refleja la bolsa de trabajo? Simple, refleja el fracaso del sistema público a la hora de elegir a los mejores profesionales. ¿Por qué? Porque prioriza el tiempo trabajado y la formación sin criterios de calidad, en lugar de una verdadera capacitación profesional.
Pongo un ejemplo simple. Un médico se va a Estados Unidos, se forma en una nueva técnica para el tratamiento de arritmias, para las que tenemos una larga lista de espera, y vuelve capacitado para tratar de forma novedosa arritmias complejas y lo hace más rápido que los demás. Otro médico se queda en un consultorio cubriendo una baja y pasando consulta con escaso desarrollo profesional e interés por mejorar. Los dos se apuntan a la bolsa de trabajo y surge una vacante en el hospital. ¿Saben a quién llamarán primero para ocuparla? Al segundo. Tampoco la investigación tiene cabida, vale lo mismo si participo en un premio Nobel que en un panfleto local.
Por decirlo de otra manera, la bolsa de trabajo, en su concepción actual, es un fenómeno anacrónico y paranoico, de un sistema público que, por un lado, tiene a pacientes y sociedad demandando tener a los mejores profesionales, pero por otro lado tiene miedo a reconocer la excelencia y pone trabas a la capacidad y a la mejora profesional. Y cada vez más trabas... Puede que las bolsas de empleo público sean necesarias, pero mientras los actores implicados, en esencia Administración y sindicatos, no articulen mecanismos capaces de evaluar los méritos de forma que realmente premien la capacitación profesional, adaptada a la diversidad de puestos y necesidades, me temo que seguirán reflejando un sistema público inadaptado a la realidad actual.
Resulta sorprendente que en una sociedad rápidamente cambiante y altamente competitiva, algunas administraciones públicas hayan elegido el modelo contrario a la competencia y competitividad profesional, e insistan en 'igualar' a todos sin criterio o con criterios sin valor real. Si a esto añadimos otras medidas de bloqueo profesional, el resultado es claro y cada vez más visible: el deterioro de los servicios públicos y su sustitución por modelos privados, que sí tienen claro que su supervivencia depende de la capacidad y mejora profesional.
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