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'Bienvenido Mr. Marshall' muestra cómo aquella humilde y castigada España de postguerra se ilusionaba con la anunciada llegada de dólares americanos. El alcalde no atinaba con la debida explicación: debían adecentar el pueblo para recibirlos, pero sin un duro en las arcas. La esperanza de una lluvia de dólares que regase sus resecas tierras se desvanece abruptamente cuando la comitiva americana pasa de largo. Resignados, cada cual paga la fiesta de cartón piedra. Berlanga radiografió a la perfección nuestra tendencia a ilusionarnos vanamente con un relato.
Las crisis económicas globales precisan medidas globales pero acordes a sus causas. El estallido de la burbuja inmobiliaria con una crisis de credibilidad del sistema financiero produjo la del 2008. La crisis actual se sustancia en la paralización económica. Imagine que nuestro barco se para en altamar. Creíamos tener más y mejor gasolina, pero estaba adulterada. Sin limpiar antes el motor, de nada servirá repostar. Se precisa austeridad. Ahora imagine que se hubiera perdido combustible por un fuerte oleaje. Varados en altamar solo quedaría remar o esperar gasolina. Remar cuando hay inercia no entraña problema, pero arrancar estando varados es muy diferente y costoso. La fuerza individual es insuficiente para alcanzar inercia y existen incentivos estratégicos a esperar que remen los demás. Grave estancamiento en equilibrio. La austeridad sería inútil. Por eso, es una buena noticia el compromiso de la UE de enviar gasolina a los diferentes barcos europeos. Una flota europea varada en medio del océano podría ser su puntilla final. Pero sería ingenuo regalar combustible incondicionalmente a un país con grave historial de corrupción como el nuestro. La CNMV estimó la corrupción anual en un 5% del PIB anual.
Tampoco ayudan casos como ERE, Gürtel, Bárcenas o el peor, los falsos cursos de formación de Andalucía con 2.875 millones, 1.155 tangados a la UE. Era poco sensato acusar de rácanos a los frugales cuando el partido gobernante no puede abanderar la lucha contra la corrupción. Cuando Sánchez habla del nuevo Plan Marshall, no debería acentuar la cuantía conseguida, una décima parte de lo que su vendió inicialmente, sino en cómo asegurar que la gasolina va al motor y no se pierde en repartos espurios e interesados disfrazados en relatos a medida. Nos costaría demasiada letra pequeña y recortes sectoriales no acabar llegando a buen puerto.
Entre la épica y el ridículo media una delgada línea. El recibimiento «Sánchez, todos somos contingentes, pero solo tú eres necesario» y la politización electoralista en el Congreso habiendo sido países más reticentes los de su propia cuerda nos retrotrae a aquella España cacique. Corremos el riesgo de convertirnos en nueva parodia Berlangiana en este nuevo Plan Marshall, si las maletas de combustible pasan de largo al son del bombo y acabamos pasando el platillo.
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