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España es el segundo país de la Unión Europea con peores cifras de abandono escolar prematuro. Cabe preguntarnos si las razones del abandono y fracaso escolar tienen relación con lo que esperan los estudiantes conseguir en la formación. Si resulta que vivimos en una sociedad ... en la que el esfuerzo está desprestigiado, donde cualquiera puede obtener éxito y dinero yendo a una 'Isla de las Tentaciones' o siendo un pícaro en las citas del 'First Dates', ¿por qué iba yo a creer que iba a tener una vida mejor esforzándome y educándome? ¿Por qué?
Es obvio mencionar que aquellos que tienen educación superior ganan más y tienen más posibilidades de desarrollarse profesionalmente. Por ello, el problema no es tanto la calidad educativa sino la calidad del país en el que vivimos. Un país centrado en los servicios turísticos, donde la libertad es poder elegir la terraza donde tomarte una caña.
Por desgracia, en España la educación no es garantía de ascenso social más que para aquellos que ya parten de una situación de privilegio; y cuando hablo de privilegio no estoy pensando en dinero: un privilegiado en España es aquel que ha tenido un padre o una madre que, por ejemplo, haya sido socio de Círculo de Lectores desde los años 70 del pasado siglo. Porque es la historia familiar, la cultura y el saber que te ha transmitido la familia la que te permite apreciar que sin educación ni esfuerzo la vida no tiene sentido.
Pareciera que la única pregunta que se han hecho los políticos después de ocho leyes educativas diferentes es si merece la pena invertir en educación o bajar las exigencias para titular a más gente. A mi juicio, ninguna de las sucesivas reformas ha tratado de adaptar la escuela a las necesidades reales de la economía del conocimiento, porque no solo es cuestión de tener más recursos para formación y educación, sino saber utilizarlos, porque... ¿qué tipo de formación estamos proporcionando a nuestros hijos? La formación que más nos conviene a nosotros los mayores, la formación que nos dieron a nosotros de pequeños en un mundo que ya no existe. El mundo actual exige una formación y una educación que promueva individuos a la vez más independientes y más dispuestos a trabajar en proyectos con los demás. Una formación que se desarrolle en el tiempo, una formación basada en proyectos, una formación que se preocupe de que cada uno de los sujetos aprendiendo sea más consciente de su responsabilidad a la hora de conseguir resultados sostenibles.
Y ello no se consigue únicamente con más recursos: a lo mejor se consigue simplemente reordenando las clases para que no sean una sucesión de pupitres mirando al experto profesor; a lo mejor se consigue simplemente organizando a los alumnos en 'grupos semiautónomos de trabajo' que tengan que responsabilizarse de obtener información, condensarla y, sobre todo, exponerla a los demás. Ello no quita para que también tengan los alumnos que realizar un trabajo individual, trabajo individual que pueden realizar en clase o fuera, da lo mismo, pero si estamos convencidos de que en el mundo actual trabajamos en equipos y proyectos, los aprendizajes deben estar dimensionados para permitir trabajar en equipos para conseguir proyectos. Pero si estamos convencidos de que el mundo actual es trabajar en equipo, pasemos a la acción y convirtamos el ámbito de la escuela en una antesala de preparación para la vida.
Sin medias tintas. No solo es cuestión de más dinero, ni de más medios tecnológicos en las aulas, es cuestión de crear individuos con compromiso. Comprometidos con aquello que aman, con aquello que les inspira. Comprometerse es contemplar a los otros como mis semejantes y procurar su bien.
Una reflexión importante y última: se habla de que la educación debe orientar a los alumnos para que adquieran competencias que les sirvan en el mundo laboral. Fijémonos en las palabras: debe, adquirir, competencias, sirven, laboral.
¿La educación sirve solo para crear buenos, capaces y conformistas trabajadores? Hay un libro clásico, 'Homo Faber' de Max Frisch, a tener muy en cuenta; resumiendo: el 'Homo faber' es un buen ingeniero, pero como no sabe vivir al final muere solo, desterrado y desesperado. Más allá de la literatura, no debemos pensar que la educación sirve para crear buenos profesionales; hay una gran diferencia entre la educación y la instrucción: mediante la instrucción enseñamos habilidades prácticas para ser buenos y capaces profesionales; mediante la educación ayudamos al otro a convertirse en ciudadanos responsables y comprometidos con el bienestar de su sociedad. Ahora bien, la pregunta es: ¿queremos ciudadanos o queremos profesionales?, ¿o queremos buenos ciudadanos y eficientes profesionales?; si la elección es la segunda, a lo mejor tenemos que tener más Filosofía en los institutos y más formación profesional en la universidad.
Quizás la educación es la gran asignatura pendiente de nuestro país, ¿o no?
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