Apaga y vámonos
VERITAS VINCIT ·
La regeneración de la clase política es una asignatura pendiente, pero con plazo de caducidad inminenteSecciones
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VERITAS VINCIT ·
La regeneración de la clase política es una asignatura pendiente, pero con plazo de caducidad inminenteSon tiempos revueltos, los españoles andan a garrotazos por culpa de la sucesión al trono; isabelinos contra carlistas no paran de darse zurriagazos. En una ... iglesia navarra, y cuando las misas tienen que ser breves por temor a cualquier invasión no deseada o bombardeo demoledor, párroco y coadjutor rivalizan por celebrar la eucaristía más corta. Para dirimir su habilidad deciden apostar copioso condumio con invitación a las fuerzas vivas del pueblo al que gane por rápido. Comienza el párroco, quien, ante el asombro de los feligreses que abarrotan el templo y recién besado el altar, en vez de comenzar con la frase 'Introito ad altare Dei', sin pizca de regomello y en voz bien alta dice: «Ite misa est». Uno a cero a favor del avispado cura. El coadjutor no se amilana y recién está subiendo por los escalones que le conducen al ara le espeta al monaguillo con voz tan sonora como la del párroco: «Apaga [las velas] y vámonos».
Desde entonces utilizamos esta frase al conocer que una cosa toca a su fin o al oír algo muy absurdo, disparatado o escandaloso. Apaga y vámonos si tenemos que seguir acatando las decisiones mayoritarias del renovado Tribunal Constitucional trufado de sectarismo y falto de independencia. Apaga y vámonos si este don Sánchez, mentiroso compulsivo, atosigado de narcisismo y afán de poder, sigue pilotando el Gobierno de nuestra maltratada España. Apaga y vámonos si tenemos que seguir soportando a esta pandilla de inútiles que nos están imponiendo su totalitaria ideología comunista a golpe de decretos o leyes demenciales, quienes, aun participando de la misma basura ideológica, no se ponen de acuerdo ni en cómo hacérnosla tragar para que la aceptemos cual si del más exquisito bálsamo se tratara.
Y de esa guisa asistimos atónitos a una continua pelea de ministros, ministras y ministres que más parece trifulca tabernaria de matones que sosegado y elevado debate, pero nos podemos consolar si alzamos la vista y constatamos que quienes apoyan a este Gobierno en franca descomposición son precisamente los que quieren ver destruida a España y saben que para lograr su objetivo no hay como mantener al mando de la nave a esta banda de inútiles. Apaga y vámonos si, desconsolados, vemos que en algunos ayuntamientos, autonomías y organismos públicos gobernados por el partido en el poder o en la oposición nos regalan un día sí y otro también escándalos en los manejos de fondos públicos, nepotismo en colocaciones de puestos estupendamente pagados, cohecho en las contrataciones y toda clase de malversación
«¿Pero hubo alguna vez once mil vírgenes?», clamaba nuestro llorado Jardiel Poncela. Y yo me pregunto, y al mismo tiempo respondo: ¿pero hay políticos íntegros? Sí, por supuesto, aunque cada vez están más preteridos y arrinconados. La regeneración de la clase política es una asignatura pendiente, pero con plazo de caducidad inminente. Cierto que la ley electoral dificulta la decisión del votante para seleccionar aquellos candidatos que por su imagen y su trayectoria merecen la confianza del elector. Ya se cuidaron los artífices de esa ley corsé de que cuando vayamos a las urnas tengamos que votar a quienes decidan los partidos y así esas listas cerradas y bloqueadas nos impiden algo tan natural como elegir libremente a quien nos representa, pudiendo cambiar el orden e incluso tachar a aquellos que no merecen nuestra confianza. Si pudiéramos elegir libremente al candidato, este sabría que su futuro depende de que su comportamiento sea, además de impecable, acorde con el deseo de su electorado y no con el de los jefes de su partido, y a la vez los jefes volcarían más sus afectos políticos en aquellos candidatos con más aceptación. Mientras que esto no sea un clamor y obliguemos a los legisladores a cambiar la norma, la cosa no va a funcionar.
Confío en que, como primer paso, el próximo 28 de mayo, con nuestros votos empecemos a señalar a este Gobierno, comunista ya en su totalidad, el camino hacia la puerta de salida; esa será la señal del apagón de las velas para terminar con la pesadilla porque de no ser así tendría que recordar lo que un reputado ginecólogo dijo a su enfermera al ver que las cosas en el paritorio no estaban saliendo como él quería: «Maruja, vámonos, vámonos al cuerno». Ese destino no se lo deseo a nadie mas que a aquellos que por sus actos se lo merecen.
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