Secciones
Servicios
Destacamos
Cuando yo era niño los maestros nos llevaban a la iglesia para que se nos impartiese el catecismo por parte del sacerdote o de alguna de aquellas mujeres que entonces llamábamos beatas, mujeres que más allá de los 22 años, si no se habían casado ... o al menos tenían novio, eran consideradas solteronas (¡hoy serían consideradas casi niñas!) y destinadas para el resto de sus vidas a 'vestir santos'.
Los maestros, decía, nos llevaban en fila y cantando: «Vamos, niños, al sagrario, que Jesús llorando está, pero en viendo tantos niños muy contento se pondrá». Y a ninguno de esos niños se le ocurría preguntarse o al menos sorprenderse de que el mismo niño Jesús que había nacido meses o semanas atrás apareciera en la iglesia ya mayor y barbudo, o en una cruz, o que estuviese muerto y resucitado a la vez en una misma procesión.
Nuestros padres y abuelos practicaban la fe del carbonero o la ceguera inducida (aunque, hasta donde yo sé, la llamada fe del carbonero era más racional y lógica de lo que se cree, y no tan ciega), y si a alguno se le ocurría hacer una mínima pregunta impertinente, los propios padres o los curas se encargaban de detener la impertinencia, con argumentos o sin ellos.
Pero, todo ello al margen, nuestra tradición cristiana y católica es mucho más rica que todas esas pseudoreligiones que ahora van ganando terreno en la inmanente necesidad del corazón humano de creer en algo: la fe es siempre inmanente, no trascendente. Y, bueno, no digamos nada de esos predicadores neoprotestantes que arrasan en América Latina y que van ganando terreno en España. ¿Qué hace el Partido Popular acogiendo en sus actos a una radiopredicadora enloquecida para ganar un puñado de votos?
Yo soy incrédulo absoluto en estos ámbitos. Como decía Buñuel: «Soy ateo gracias a Dios». Sin embargo, reconozco que el catolicismo ha creado una cultura y hasta una civilización, y en el terreno puramente filosófico, en determinadas fases de su historia, si no un pensamiento estrictamente racional, sí ha contribuido a un impulso del pensamiento y a una gimnasia mental: ahí están, por ejemplo, San Agustín o Santo Tomás. Y también, en algunos momentos, el catolicismo filosófico ha impulsado una piedad en un sentido solidario con el ser humano.
En nuestra tradición se recibía la primera comunión cuando se alcanzaba el 'uso de razón'. Pues bien, utilicemos la razón para discernir lo malo de lo menos malo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.