Así que pasen unos años

Tal vez ahora, algunos negacionistas, comiencen a notar en sus propias carnes (y lo que es peor para ellos: en su propia cartera) los efectos dramáticos del cambio climático. Muchos negacionistas tendrán negocios turísticos, o en la agricultura expansiva e insostenible, en la construcción... Aunque hay que reconocer que en las filas del negacionismo hay de todo, ricos, pobres y mediopensionistas.

Cuando La Manga sea un desierto sin turistas (lo que fue siempre, un desierto con dunas incluidas y que quizás nunca debió dejar de ser); cuando el Mar Menor sea una charca inmunda en la que nadie quiera bañarse, ni siquiera los peces…, entonces, y eso es para mañana, no para pasado, ¿qué harán los propietarios turísticos? ¿A quién van a reclamar? Saldrán a protestar contra los gobiernos para que resuelvan el problema, un problema que cada vez será más difícil de resolver, y a cuya drástica solución se opusieron cuando aún la había.

Los turistas huirán hacia el norte, primero hacia Galicia, Cantabria o Asturias; después, cuando allí también sea insoportable el verano, huirán hacia Dinamarca, más tarde hacia el Polo Norte. ¿Y después? Me comentan que el turismo, simplemente, cambiará de estación, que vendrá a nuestras playas en otoño o primavera. Pero es que también van a aumentar las violentas DANA otoñales o primaverales, las vaguadas o gotas frías. Y luego, y luego…

Personalmente estoy asustado, no por mí, por mis hijas y nietos, y los de todos. Ningún gobierno se atreve a tomar medidas drásticas, se enfadan sus respectivas clientelas electorales. A ver si cuando los turistas hayan huido en masa, cuando la agricultura languidezca, cuando la hostelería cierre muchos de sus establecimientos, cuando los pozos de sequía no den agua o las desaladoras no den abasto, cuando a los bomberos les falten manos para apagar incendios, cuando miles de personas se vayan al paro, a ver si para entonces los negacionistas y los pusilánimes reaccionan. Pero para entonces será tarde. Muy tarde.