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Blanca, Silvia, Daniela, Violeta, María, Marina, otra Daniela, Katia, otra Silvia... Todas ellas tienen en común, es evidente, ser mujeres. Son médico, farmacéutica, periodista, estudiante, activista en redes... Son niñas o adultas. Son todas guapas (¿será pecado mortal pseudofeminista decir que son guapas?). Pero tienen ... otra cosa en común, algo tan decisivo en sus vidas como el hecho de ser mujeres: son diabéticas, padecen una enfermedad todavía incurable, pese a los evidentes avances de los últimos años.
El pasado 8 de marzo, Adirmu, la asociación que reúne a la mayoría de enferm@s de diabetes, que realiza una gran labor, las reunió a todas ellas en torno a un debate en el que hablaron de su vida y experiencias. Sin duda son todas maravillosas. Entre ellas incluso hay una, Violeta, creadora de una marca de lencería para mujeres portadoras de la bomba de insulina. ¿Será pecado mortal pseudofeminista querer ser bella y sexi en la intimidad? ¿Dirá algo la señora 'Pam'? Ya he aprendido su nombre, tan reincidente es la mamarracha. Pimpampum contra todo lo que se salga del guion.
Mientras el feminismo se manifestaba (legítima y necesariamente) ese día y, sobre todo, dirimían por separado cuitas más ideológicas y de luchas partidistas que feministas, ellas debatían como mujeres que ya se sentían libres y luchaban contra la dictadura de su enfermedad.
Son todas admirables, pero me quiero detener en dos de ellas: Silvia y Blanca... Silvia Serrano, que coordinó la mesa, gerente de Adirmu, es una vieja amiga (más amiga que vieja), exalumna. A Blanca Bayoumy Delís , hoy doctora, ginecóloga, la conozco, como a su maravillosa familia, desde muy pequeña. Era una niña preciosa. Hoy es una preciosa mujer, si cierto feminismo me permite decirlo. Sobre ella, hace muchos años, ya publiqué un artículo. Eran los tiempos en que comenzaban las investigaciones sobre las células madre como posible solución para la diabetes y otras enfermedades. Algún partido y, sobre todo, la religión, la Iglesia, se oponía a estas investigaciones en nombre de no sé qué Dios, pequeño y cruel. En el artículo pedía que mirasen a los ojos a esta niña y que se preguntasen si un Dios verdaderamente compasivo podía oponerse a que esta niña dejase de sufrir.
También son o fueron sus madres, es decir, la mujer, quienes sufrieron con ellas, la enfermedad cuando les apareció. Siempre la mujer. Pero para ellas la reivindicación y la carga no es solo cosa de un día, sino de cada día, de cada minuto. Admirables, luchadoras, inteligentes y guapas. Lo tienen todo, hasta la dulzura del exceso de azúcar.
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