Escena de una noche de viernes

Al acabar, unos pocos, entre los que están los dos intervinientes (el jefe de Cultura de este periódico, Manuel Madrid, y la escritora y también periodista Nuria Barrios), Charo Guarino, el novelista y periodista Bernar Freiría, y yo mismo, nos acercamos a uno de los bares cercanos a tomar algo. Es, como he dicho, viernes por la noche. Las terrazas de esos bares están llenas, sobre todo de gente joven. Hay risas, pláticas estruendosas, alegría ambiental...

Sin embargo, en una esquina, frente a uno de los locales, un hombre, al que la oscuridad no deja ver bien el rostro, yace tendido. La escena es terrible, dramática. El hombre está justamente junto a los recipientes de la basura, él mismo envuelto algo en ella, porque a esta hora los detritus procedentes de los bares se acumulan. Él mismo parece un detritus del exceso nocturno.

Nadie hace nada, no llaman a una ambulancia o a los servicios sociales. Tampoco nosotros. Quizás esté bebido, tal vez enfermo, puede que solo duerma rendido, podría ser que haya tomado alguna droga. No lo sabemos. La noche es joven y es de los jóvenes. La noche es risueña. La gente tiene derecho a reír, a un poco de alegría. Con la que está cayendo. Y peor: con la que va a caer.

Pero el hombre sigue allí, tendido. Quizás dormido. O muerto. ¿Quién sabe? Una imagen puede ser engañosa, mentirosa, manipuladora, hay ejemplos de ello. Pero aquí no hay duda. El viejo periodismo gonzo postulaba una implicación emocional en la noticia frente al procedimiento esquemático y solo con fuentes oficiales: «Personada en el lugar de los hechos, la policía recogió a un hombre bebido que yacía en el suelo y lo trasladó al hospital...». Pero aquí, tal vez, hay una historia terrible detrás que se puede narrar para conmover. Si es que aún nos conmueve algo.