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Hace unas semanas, en esta misma columna, escribí un artículo llamado '¿Creer es condenar?', en el que planteaba una situación algo paradójica cuando las organizaciones ... feministas o las mujeres en general dicen que los jueces y otros sectores sociales no creen a las víctimas de supuestas agresiones sexuales. Puede que haya gente que no crea nunca a esas mujeres –lo cual es terrible–, pero es evidente que sí se creen, en primera instancia, esas denuncias, de lo contrario se archivarían inmediatamente por considerarlas falsas, y en cambio, el Estado, a través de sus instituciones policiales y judiciales, se toma el trabajo de investigar y de juzgar al supuesto agresor, como debe ser.
Pero, claro, en un país libre y democrático, un juicio justo es necesario, y mientras tanto, hasta el peor criminal tiene derecho a la presunción de inocencia, y aunque a veces nos duela, porque el mero sentido común nos hace ver que los jueces están ante un agresor, ello no impide que lo que haya que demostrar siempre sea la culpabilidad de alguien, no su inocencia. Pero señalaba yo en el artículo citado que parecía que creer en la denunciante sólo podía ser condenar automáticamente al denunciado. Y si este salía libre es que no se había creído a la denunciante. Y esto es un disparate, algo que solo puede ocurrir en dictaduras.
Pues bien, estos días ha ocurrido algo que es un ejemplo perfecto sobre lo que yo quería decir: las impresentables palabras mitineras de la vicepresidenta y ministra de Hacienda, la señora María Jesús Montero, ponían por delante de la presunción de inocencia la culpabilidad, y se escandalizaba de que se hubiese puesto antes la presunción de inocencia en el caso del futbolista Dani Alves, acusado de violación por una mujer. No tengo nada, ni a favor ni en contra de Alves. Si es culpable, que pague, pero, de hecho, ya ha pasado algún tiempo en la cárcel y ha sido castigado social y mediáticamente.
Un segundo tribunal revocó la sentencia anterior culpabilizadora, y le ha declarado inocente ante las dudas que este segundo tribunal encontraba. Un tribunal compuesto mayoritariamente por mujeres y de las consideradas progresistas. Pero, claro, aunque haya sólo una posibilidad entre un millón de que Alves sea inocente, el tribunal no puede condenarlo si no se ha podido demostrar su culpabilidad. Lo contrario sería un infierno legal y social. Pero para algunas personas parece que creer sólo puede ser castigar. Terrible.
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