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En octubre de 2020 moría el escritor y flamencólogo Andrés Salom, Pau Cocoví, tal era el seudónimo que a veces utilizaba para sus artículos en ... prensa y en algunos de sus escritos. Murió, pues, en plena pandemia, por lo que a su entierro solo pudo asistir media docena de personas de lo más allegado. Cuando murió, a los 96 años, llevaba ya bastante tiempo en la residencia de ancianos de San Basilio, donde todavía es muy recordado por el magnífico personal de ese centro.
El pasado viernes se le tributó un tardío homenaje en la Universidad de Murcia organizado por la Asociación Flamenca de la Universidad (AFUM) y la sección de flamenco del Aula de Música de la UMU. La pandemia y otras circunstancias fueron aplazando este homenaje. Antes del recital de cante de Raquel Cantero y de la lectura de algunos de sus poemas por parte de la actriz Paz Martínez, a mí me tocó ofrecer una breve conferencia sobre su obra y figura.
Dije que fue un ser humano con sus claros y sus oscuros, como nos pasa a todos. Apareció por aquí en la posguerra. Era extremadamente pobre, trabajó la tierra y aprendió a leer y a escribir a los 18 años. En su Mallorca rural, donde nació, fue coetáneo, aunque en el otro extremo del abanico social, de Llorenç de Villalonga, nuestro particular Tomasi di Lampedusa, nuestro particular Gatopardo, con novelas como 'Bearn', que retrataban la decadencia de la aristocracia rural.
Dije que en los años cincuenta y sesenta participó en la famosa tertulia del desaparecido café Santos, en la que estaba el gran Miguel Espinosa, que por entonces escribía su 'Escuela de Mandarines'. En los años sesenta, desde Murcia, emigró a Francia, donde trabajó como albañil. Allí se ideologizó y posteriormente ingresó en el Partido Comunista. Tuvo sus más y sus menos con la cárcel franquista. Durante años se le vio en las Cuatro Esquinas de Murcia voceando el 'Mundo Obrero'.
Fue un pionero en la Región de los estudios sobre el cante flamenco. Escribió también poesía, biografía, memorias. No está nada mal para un hombre que hasta los 18 años no sabía leer ni escribir. Fue una persona, y lo dije en mi conferencia, contradictoria, por cierto como todos. Fue un hombre con el que tuve algunos encontronazos. Fue alguien a quien aprendimos a querer y a quien echamos mucho de menos.
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