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Mi generación ha crecido creyendo que la crueldad del siglo XX eran los últimos coletazos de la bestia humana, demasiados coletazos para una bestia supuestamente moribunda. Pero vana esperanza, hemos perdido la inocencia que creíamos poseer. Sensación de pérdida que se agudiza con la perplejidad ... que producen los intentos de unas posiciones intelectualmente incomprensibles que, en vez de ocuparse de los hechos, se vuelven hacia la discusión tratando de congelar el complejo análisis de la compleja realidad con el antisemitismo como martillo y la falacia de la equidistancia como reproche, solo falta el 'buenismo'.
En el Génesis 2:16, Dios impuso al ser humano que no comiera del árbol de la ciencia del bien y del mal. Entiendo, anacrónicamente, que esta ciencia es la ética, es decir, la disciplina que orienta sobre el comportamiento que le conviene al ser humano. Por eso, no comprendo el castigo divino cuando se transgredió la prohibición y sostengo que el verdadero pecado original se cometió con Caín. Desde luego la manzana no funcionó como pócima para la sabiduría moral.
A finales del siglo XV, Isabel y Fernando cometieron el error de expulsar a la comunidad judía en un acto arbitrario e irracional. Toda Europa cometió su propio pecado original de someter a los judíos a tenebrosas persecuciones. En el siglo XX se alcanzó la cima del horror con la ferocidad generada por la ideología nazi que, no solo cometió crímenes en los campos de exterminio, sino en los mismos pueblos habitados por judíos, como prueba el libro de Daniel Goldhagen titulado 'Los verdugos voluntarios de Hitler'. Se describe en él cómo jóvenes soldados alemanes comunicaban a sus hogares sus 'hazañas' matando familias enteras de judíos. Especialmente espeluznante fue la matanza de mujeres judías con sus bebés en Mizoč.
Razón por la que, quizás, Alemania no consigue el equilibrio entre su culpa telúrica y el sano juicio para entender los actos del Gobierno actual de Israel. Vergüenza colectiva que yo también experimento como europeo y español heredero de la estulticia renacentista. Vergüenza paliada por la buena nueva que fue la creación del Estado de Israel, donde tantos perseguidos encontraron un hogar protector. Merecía este pueblo el descanso en un territorio legítimo, pero, como dice Steiner, con el riesgo cumplido⎯de negar su propia tradición pacífica, hasta el extremo de cometer magnicidio en un gobernante propio como Isaac Rabin que quería la paz con sus vecinos palestinos.
Hace un año haciendo una cola administrativa escuché: «Yo, en cuanto veo un 'pescuezo moreno' ya sé que habrá retraso». Ahí, en ese «pescuezo moreno», está concentrada toda la mala baba que luego se convierte en puro racismo. Quizá por eso, Israel tiene la simpatía de parte de Occidente cuando comete sus propios pecados originales, porque «se parecen a nosotros» comparados con los árabes y persas, pero son perseguidos cuando «no se parecen a nosotros» comparados con ideales dementes de pureza racial de la extrema derecha eterna.
El 7 de octubre de 2023 unos dos mil fanáticos de Hamás, inmisericordes y feroces, penetraron en territorio israelí y sometieron a numerosas familias al horror de la muerte de los amados ante sus ojos. Con el añadido de la tortura que supone la toma de rehenes despreciados en su dignidad humana. Más tarde llegó la respuesta de Israel, pasando directamente del derecho de defensa al crimen de guerra, ejecutando fríamente a familias enteras, desde frías habitaciones pulsando fríos botones.
Pero para aliviar la culpa están los mitos: los dementes políticos musulmanes añoran la época de expansión imparable tras la Hégira, olvidando la irreversibilidad de la muerte civilizatoria en la historia, y algunos políticos israelíes hablan de Masada como si aquel ejemplo de heroísmo no expresara mejor la situación de los palestinos que la de su comportamiento actual. Los celotes de Masada eran los insurgentes.
La España democrática afrontó mejor su época de plomo con ETA al tratar sus crímenes con óptica policial, inteligencia y valor, con la excepción inicial de la lunática creación del GAL por el realismo de «gato chino» de los dirigentes socialistas de la época. Así, nuestro país ha recuperado la paz sin mochilas de odio imposibles de disolver en la convivencia pacífica.
Para su desgracia los palestinos están atrapados entre aquellos de los suyos que los usan como espoleta de grandes pasiones panarabistas o panislámicas, azuzando el odio irracional al judío para la destrucción del Estado de Israel y entre el uso irracional que los gobernantes de este Estado están haciendo de su poder militar obsesionados con el Gran Israel. Afortunadamente, hay un Israel compasivo y racional, pero que está silenciado hoy en esa tierra mártir donde el corazón sobrevive entre tinieblas.
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