Secciones
Servicios
Destacamos
Las noticias se suceden, la guerra está en nuestro patio trasero y no es posible evitar los dolorosos lamentos de las víctimas. Las noticias se suceden, la política neurotizada está en nuestro jardín delantero y no es posible eludir los fingidos lamentos de los agraviados. ... Así es nuestra época. La televisión no puede callar ni la radio tampoco. Probablemente sus profesionales sufran ante la mera posibilidad de un lapsus involuntario. Solo la prensa de papel nos donaba un periodo de reposo que iba desde la lectura matutina hasta la nueva puesta en marcha de las rotativas. Pero también las empresas periodísticas serias han debido buscar una salida al robo de sus lectores naturales que les han perpetrado las omnipresentes y peligrosamente fascinantes redes. Por eso, se han visto obligadas al uso de las plataformas digitales para neutralizar, heroicamente, la riada de mentiras reticulares y ofrecer, ahora en el universo digital, espacio reflexivo para favorecer que cada individuo pueda escucharse a sí mismo en vez de ser reclamado por el ruido ambiente.
El humano actual tiene que hacer un esfuerzo extra para, sin dejar de estar informado, aislarse y meditar qué están haciendo con él y, así, poder construir un mundo en el que el consumo y la banalidad tengan su divertido lugar, pero no desplacen la necesidad de vivir serena y juiciosamente. Un mundo en el que se aprecie el valor de la conversación cara a cara con otro ser humano e incluso que los amigos de las redes se dejen seducir por un café para renovar el juramento del reconocimiento mutuo.
Pero nada de esto va a pasar de forma espontánea por lo que, dado que somos de tal pasta que solamente cambiamos de rumbo cuando colisionamos con la realidad, la única salida es empezar a sabotear la tendencia actual y prepararse para reciclar los escombros que queden. El hecho es que, poco a poco, se nos ha impuesto, confiando en nuestra facilidad para ser adictos a cualquier cosa, la dispersión del deseo y pasamos, como los jóvenes en las pantallas, de una cosa a la otra sin profundizar más allá de los titulares o las primeras tonterías del protagonista de uno de esos vídeos adictivos impuestos a nuestra imaginación. Dispersión que afecta a la totalidad de nuestras vidas.
Este deseo fragmentado, esta dispersión cognitiva, también con efectos físicos, es consecuencia de la relación perversa ya intuida con la televisión basura entre oferta y demanda de contenidos. El típico dilema entre si la culpa es de la empresa que ofrece porquería emocional o del público que exige esas emociones vicarias. La misma actual polarización es la traslación al ámbito político de este fenómeno. Yo, partido político, no tengo la culpa de mi radicalidad, es lo que la gente me pide. Pero la idea de una sociedad culturizada en el mismo grado que las élites se ha mostrado complicada de ejecutar precisamente por la atractiva dispersión. Afortunadamente todavía no es trágico, pues se pueden encontrar melómanos asesinos y cuasi analfabetos sabios. Pero, aunque la cultura y la bonhomía muestren cierta independencia, no habrá esperanza si se atomiza al individuo.
Una hipótesis para que haya una solución viable a este ataque a nuestra integridad probablemente implique que alguien gane poder, dinero o, al menos, bienestar material. ¿Cómo se impusieron las ideas filosóficas en el pasado? Veamos: el hundimiento de valores tradicionales propuesto por Nietzsche que tanto se echan de menos ahora fue ejecutado por el capitalismo durante el siglo XX apoderándose de toda tradición para comercializarla; el consuelo en el arte que propuso Schopenhauer malvive en la belleza kitsch de la decoración y la publicidad; la relevancia freudiana del sexo como componente de la felicidad moderna, que está acabando con todo emparejamiento duradero, está siendo objeto de comercio digital y, finalmente, la mayoría de los avances en derechos individuales se explica porque funda un poder político hegemónico.
Así las cosas, para acabar con la fractura del deseo en una miríada de destellos informativos o placenteros y recuperar la totalidad subjetiva será necesario que sea negocio. Y ser negocio es conseguir que muchos consumamos arte, literatura, poesía, música o, al menos, calma para elegir, escuchar y tomar el control de la complejidad moderna. Complejidad posibilitada por la tecnología y el crecimiento de la población mundial que provocan las formas más crueles de conquista feroz de recursos materiales. Frente a la fascinación del consumo de fragmentos que nos desmenuzan psíquica y espiritualmente surgirá, entonces, como ocurre ahora con la formación financiera, la invitación a educar para aumentar la capacidad de resistir desplegando nuestra integridad individual (indivisa) como seres morales que aprecian y cuidan al otro. La tarea es, pues, reconstruir al sujeto fragmentado.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.