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Mario Vargas Llosa dijo no hace mucho que «lo importante de unas elecciones no es que haya libertad, sino votar bien». Por muchas explicaciones que dé, estas palabras le perseguirán hasta que entregue su alma a Gutenberg o Calíope, según sus preferencias. Las palabas del ... premio Nobel han sido interpretadas en el sentido de que hay gente que vota mal, es decir, a opciones que a él no le agradan. Luego ha dicho que votar es votar por la democracia, en un pleonasmo impropio de su arte literario, pues ya votar es ejercer la democracia. En todo caso, nos queda el eco de que, para según quien, hay gente que vota mal y gente que vota bien.
En el tango 'Volver', Gardel dice «veinte años no es nada». Sin embargo, en España ya han pasado cuarenta y cinco años desde que se aprobó la Constitución y ha dado tiempo a que «veinte años sean algo», pues en algunas autonomías ha habido gobiernos que han alcanzado la cifra del tango y algunos la han superado. En Andalucía los socialistas han gobernado más de cuarenta años; en Castilla y León, entre Alianza Popular y el PP, los conservadores llevan treinta y seis; hasta el lío del año 2017, los conservadores catalanes han gobernado treinta y así en otros casos como el PNV en el País Vasco, que lleva casi cuarenta.
En nuestra región los conservadores están gobernando veintiocho años, desde que en 1995 Ramón Luis Valcárcel tomó el cetro de las manos despistadas de los socialistas, que no se han recuperado de la pérdida inexplicablemente. Como no comparto el punto de vista de Vargas Llosa, creo que Murcia vota bien, porque vota a lo que cree que le va a ir mejor.
Pero desde Marte, el planeta rojo a cien millones de kilómetros de Murcia, las cosas se ven distintas. Los gobiernos duraderos en adelante, parafraseando a nuestro Miguel Espinosa, la Larga Gobernanza, tienen una enorme ventaja que los justifica: que, al no sentirse acosados por la oposición postrada, pueden gobernar pensando en el largo plazo. Pueden, sin coste electoral decisivo, establecer políticas duraderas y previsoras. Sin embargo, si esta condición no se cumple, la Larga Gobernanza es un peligro. En efecto, tienen la desventaja de la relajación de costumbres que lleva al sentimiento de impunidad y, en no pocos casos, a la corrupción y los banquillos judiciales. Pero, sobre todo a la política de vuelo rasante. Así, la desidia socialista en Andalucía ha permitido la instalación de una agricultura okupa en Doñana.
En Murcia, la Larga Gobernanza debería haber sido capaz de resistirse a la destrucción de La Manga y de la huerta por construcciones siempre toleradas que, no solo atentan contra el sentido común, sino que están creando las condiciones para un imposible urbanismo racional en el futuro. La Larga Gobernanza no ha despertado de su siesta complaciente hasta que los peces del Mal Menor salieron a boquear en las playas cenagosas para 'llamar la atención' de los humanos. Muertes a las que se reacciona mandando los peces a la Moncloa con desparpajo, salvo que esté ocupada ya por los propios. Recuerden aquella pancarta de 'Agua para todos' que desapareció del balcón de la Glorieta nada más llegar los primos a la Moncloa.
De nuevo el silencio cae sobre la llanura del Campo de Cartagena y la laguna sigue siendo sobrealimentada de lo que no necesita, como una oca a la que se quiere sacar el hígado y luego es enviada al incinerador. Hace unas semanas, Miguel Ángel Hernández, en la presentación de su libro 'Anoxia', qué nombre más explícito, dijo que, en sus giras presentando el libro por España, nadie entre los asistentes a los actos sabía de qué iba eso del Mar Menor. Cuando pasan los años y siguen cayendo los votos de forma automática del mismo modo que se renuevan los seguros, «el músculo duerme, la ambición descansa», otra de Gardel, un genio en anticiparse a la crítica política.
Murcia vota lo que vota, entre otras cosas, porque cuando tiene la urna delante y mira a la izquierda lo ve todo borroso. ¿En qué momento se perdió la izquierda triunfante de los años ochenta como promesa de buen gobierno con vis social?
Estoy convencido de que la Larga Gobernanza debe acabar, pero no será sin que surja la ambición y la resolución de gobernar para las necesidades de hoy y para los dramas que se auguran para el futuro. Murcia vota bien, aunque no vote lo que creo que necesita, pero está en su derecho. Y también votaría correctamente si, prudentemente, advirtiera que la Larga Gobernanza conlleva enormes riesgos y que va llegando la hora del Saludable Cambio.
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