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En los próximos meses tendrán lugar más de 70 procesos electorales en el mundo y, como mínimo, tres en España. Mientras que el resultado de las europeas puede ser bastante esperable, lo que suceda con los comicios vascos y gallegos puede introducir variables significativas en ... la política nacional. Todavía más si adelantan las elecciones catalanas y el resultado es el que espera el PSOE. Lo que es una certeza es que, en unos días, comenzará la campaña electoral para las elecciones autonómicas gallegas. Son varias las encuestas que pronostican escenarios con ciertas disparidades, sobre todo a efectos de quién tendrá la capacidad de gobernar. Lo más destacable, hasta el momento, es que la pugna por ver quién ofrece más cosas ya ha comenzado. Será la construcción de un barco y la creación de 1.800 puestos de trabajo en una zona castigada, desde hace años, por la crisis. Será la construcción de casi dos mil viviendas sociales y una sustantiva bajada de impuestos. Será la identificación de la crisis del 'Prestige' con la crisis de los 'pellets'. ¿Qué propuesta tendrá más peso en el electorado gallego para orientar su voto? ¿O serán las cosas no dichas, ni tan siquiera susurradas, las que pesarán más en la balanza?
Si hay una temática que ha ocupado espacio de investigación en la Ciencia Política es, sin duda, la que tiene que ver con el voto. Desde cuáles son las motivaciones que los individuos tienen para ir (o no) a votar hasta qué factores influyen más en el ciudadano para decantarse por un partido u otro, la lista de temas sobre los que se interrogan los politólogos es casi infinita. Una de las destacables, en la actualidad, es si el elector vota guiándose por las promesas de campaña o lo hace basándose en la evaluación de los partidos en el periodo inmediatamente anterior. ¿Vota como premio y/o como castigo o lo hace basándose en la confianza en un futuro mejor? ¿Y qué sucede si se vota confiando en las promesas del porvenir y ninguna de ellas se cumple? ¿Y si no se dicen cuestiones relevantes y luego se ejecutan desde el Gobierno? Demasiadas opciones posibles y casi ninguna certeza. Esta enorme caja negra que es el comportamiento electoral de los individuos es lo que provoca la incapacidad de entender, por ejemplo, que Trump esté arrasando en las elecciones primarias en Estados Unidos. O que Fico, acusado de corrupción entre otras cosas, haya vuelto a ser electo primer ministro en Eslovaquia y vuelva a constituirse en un factor relevante para la política de la Unión Europea.
Los electores españoles manifiestan en las encuestas su valoración positiva sobre la discusión al interior de los partidos. Consideran que el debate favorece procesos de toma de decisiones más racionales. Pese a ello, cuando se trata de votar, castigan a la formación que perciben con más disensión a su interior, ya que la identifican con mayor incapacidad de gobernar. Quizás, siendo ingenuos, esta última razón es la que explique las últimas expulsiones en el seno del PSOE o los comentarios sobre el presidente de Castilla-La Mancha después de su conversación con el trío popular en Fitur. Las dificultades para mantener una línea vertical de discurso, cuasi modelo estalinista, que pueda perjudicar sus anhelos en las elecciones europeas próximas parece también la razón de la expulsión de Monedero de la televisión podemita.
¿Y para qué votamos? A veces para que gane el partido más afín ideológicamente, o el que nos inspira más confianza, o más ilusión. Otras para impedir que gane la opción que pronostican las encuestas. Muchos estudios han puesto de manifiesto que es en las elecciones municipales donde nos guiamos menos por la ideología y más por la confianza en el partido o en el candidato. Quizás debido a que es en el ámbito municipal donde con más inmediatez percibimos los resultados diarios de la gestión y de la resolución de los problemas más cotidianos. Sin embargo, por esto último, es más incomprensible, por ejemplo, que en las pedanías de Murcia ganen partidos que orientan sus políticas y los recursos públicos al centro de la capital desde el día siguiente de las elecciones. La pregunta aquí es también qué razón tenemos para votar sabiendo de antemano lo que va a pasar. Quizás sea cierto lo que decía Michael Corleone: «Cada vez que me enfermo me hago más sabio, cuando muera seré un genio».
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