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Es este el título de uno de los libros de Yasunari Kawabata, un genial escritor, y el primer japonés en recibir el Nobel de literatura. El libro narra, entre otras cuestiones, una histórica partida de Go en Japón. Es este un juego que tiene más ... de 2.500 años, que se originó en China, que en la actualidad tiene más de 50 millones de federados en el mundo, que es terriblemente famoso en Asia y que es mucho más difícil de jugar que el ajedrez. El objetivo del juego es controlar el mayor territorio del tablero, al mismo tiempo que evitar que tu contrincante consiga, precisamente, el mismo objetivo. Gana el que controla, como mínimo, el 50% del espacio. Es claramente un juego de estrategia que puede durar días, e incluso semanas.
Es difícil saber los saltos que da la mente para establecer conexiones un tanto extrañas. O quizás sea por la admiración que generan los textos de Kawabata. Incluso García Márquez, en su libro 'Memoria de las putas tristes', recreaba el texto de 'La casa de las Bellas durmientes' del japonés. En cualquier caso, la relación entre el presidente del Gobierno y el líder de Junts recuerda, claramente, una partida de Go. En el que, por ahora, hay un jugador que parece ir ganando.
Llevamos desde la investidura del presidente Sánchez en un juego de estrategia. Pero no se trata de hacer jaque mate. Eso no beneficiaría a ninguno de los actores involucrados. Parece que asistimos a una partida en la que lo que se persigue es ir quedándose con la mayor cantidad de territorio del otro jugador.
Empezamos con la investidura. El presidente se desdijo con mucha intensidad. Tanto que ha terminado recurriendo al discurso de que la amnistía «hará más fuerte a España». Es evidente que el triunfo, tanto discursivo como político, pertenece a Junts y a su líder. Las formaciones independentistas han continuado sus declaraciones precisando que no renuncian al referéndum. Quizás el presidente Sánchez también lo vea como una herramienta que «hará más fuerte a España». En los últimos días está presente en los medios la demanda de un concierto para Cataluña a la manera vasca y Navarra. Para algunos puede ser sólo un alegato electoral, como el referéndum, que no tendrá concreción. Vista la experiencia con estos temas no parece que sea el caso. Precisamente, el sistema de cupo que solicitan ahora es el mismo que se incluyó en el Estatuto de Autonomía de 2005. Y si recordamos, ese fue uno de los articulados que el Tribunal Constitucional declaró anticonstitucional. Y, para muchos, esa sentencia es lo que explica la radicalización de algunas formaciones nacionalistas.
La disolución del Parlamento catalán se ha justificado por la imposibilidad de aprobar los presupuestos de la Comunidad. Hace unos años esa era la práctica normal del funcionamiento institucional. Si el Gobierno no lograba aprobar los presupuestos, disolvía Cortes y convocaba elecciones. Era un ejemplo de que no se podría aprobar ninguna ley. Es decir, realmente no se podía gobernar. Así sucedió con el presidente González, que convocó elecciones anticipadas ante su imposibilidad de aprobar las cuentas públicas. En los últimos años, sin embargo, se ha convertido en más habitual prorrogar presupuestos nacionales –por ejemplo, en 2020 y 2024 con Sánchez– que disolver las Cortes.
La convocatoria anticipada de elecciones en Cataluña evidencia una clara estrategia con distintos posibles resultados. Uno. Como muestran las encuestas, el PSC puede ser el partido más votado, pero necesitará apoyo para gobernar. No parece que los partidos nacionalistas tengan muchos alicientes para investir a Salvador Illa. La presidencia de la Generalitat siempre puede ser una carta de intercambio. Llegado a este punto, ¿qué privilegiaría el presidente Sánchez: la Generalitat o su propia legislatura?
Otro. Que ERC, Junts y la CUP puedan lograr, con un acuerdo de legislatura, la presidencia de la Generalitat. Aunque son hermanos muy mal avenidos, sus intereses superan sus diferencias. No en vano, como decía Andreotti, no desgasta el poder; lo que desgasta es no tenerlo. Esta opción no pondría en un brete al presidente Sánchez entre tener que elegir entre el control de la Generalitat o su propio gobierno. Pero, en este caso, las solicitudes para apoyar al gobierno de coalición se multiplicarían por 300. Claramente el juego de Go lo habría perdido Sánchez, y de paso los demás ciudadanos.
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