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Qué diríamos en España de un periodista que lamentaba que se hubiese perdido la sana costumbre de dirimir las polémicas y las discusiones mediáticas a puñetazos en la calle, practicando 'boxing' (o a bastonazos, como le pasó a Valle-Inclán), porque escribía que después de ... las hostias uno se quedaba suave y venía la entente cordiale ante unas pintas. Diríamos: «Un facha». Pero el «facha» resulta que era un inglés erudito de izquierdas y convencido, uno de los pilares de la biblia laborista The New Statesman, quien luego naturalmente se hizo de derechas igual de convencido, esos cambios bruscos de clima en el mismo día típicos de Inglaterra, cuando vio que los piquetes huelguistas pasaban del 'boxing' caballeroso al sabotaje de la nación. La nación, esa cosa de tan poca broma en cualquier sitio del mundo que no sea España. Se llamaba Paul Johnson, consideraba en serio a Franco como «uno de los hombres más inteligentes del siglo XX» (como Churchill), ha vivido hasta los 94 y deja millones de enemigos, los que más lo admiraban.
Johnson era un inglés antipático a propósito y que escribía muy, tremendamente inglés, esto es, con escasa tolerancia con el pensamiento líquido. Eso quiere decir que en la España de Irene Montero y de 'Pam' es tan incomprensible como aquel otro tipo raro, el que intentó vender Biblias protestantes en Andalucía en la época de los bandoleros, George Borrow. Lo descubrí con su viejo libro de artículos 'Al diablo con Picasso y otros ensayos'; ensayos que, en el país que ha inventado la democracia como es España, hoy hubiesen sido considerados todos fascistas y hasta ilegalizables. En España todo es ilegalizable excepto lo que tengan a bien disponer los señoritos, los que mandan. Su magna obra 'Intelectuales' ha sido no mi libro de mesita de noche sino mi almohada, no muy dura porque cómo sabía escribir el cabronazo. Johnson traía de alguna forma el aroma del cuero verde de los bancos de la Cámara de los Comunes, donde hay unas broncas perfectamente tradicionales que en España consideraríamos la vuelta del franquismo y denunciado, con éxito, ante la corrupta Unión Europea. Era enemigo explícito del consenso y de todas esas derrotas habituales en los países que no se quieren a sí mismos.
Fue el más célebre 'entrevistado no entrevistado' de la Historia. La revista estadounidense Rolling Stone considera que la mejor entrevista que ha existido se la hicieron a él, es decir, no se la hicieron, un día en que Johnson se levantó con el pie regular y respondió a las puerilidades norteamericanas solo con gruñidos y bufidos, marchándose a medio cuestionario de su propio salón (su esposa Marigold decía que era alguien «difícil»). Hace un par de años se nos fue Roger Scruton, otro inglés poco consensuado, y ahora, tan mayor como imbatido, Johnson. Los indocumentados con los que nos quedamos, por contra, no es que no se mueran nunca, sino que no lo parece porque son todos iguales.
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