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Amor más allá de la muerte. Existe, lo he visto en este libro conmovedor que firma Dionisia García, su último libro por ahora. 'Clamor en la memoria' se llama (colección Mediodía, editorial Renacimiento). El editor, Abelardo Linares, escribe en la contraportada: «Un libro de poemas ... de amor, como este, escrito pasados ya los noventa años, puede resultar sorprendente e incluso extraño (por lo muy inusual), pero también verdadero y emocionante». Yo diré más: es un libro conmovedor, conmovedor, conmovedor hasta decir basta. Yo lo he leído casi de un tirón con la emoción puesta en el pecho todo el tiempo.
El libro se resume pronto, es un libro de amor dedicado a su marido, muerto recientemente, Salvador, con el que compartió toda su vida, desde los años mozos, desde los años estudiantiles. No es un libro de memorias. Tiene algo de proustiano en cuanto a la recuperación de un tiempo, pero, lejos de las maneras del gran escritor francés, no es un libro minucioso ni obsesivo en los detalles. No, más bien es una selección de instantes gozosos de una larga vida juntos, por ello no es tampoco un libro elegíaco, sino la confesión de haber vivido. Claro que la tristeza y la soledad habitarán en Dionisia, pero no en el libro. El ausente está siempre ahí, en las páginas de este libro, y lo está en momentos luminosos, llenos de luz, de alegría, por más que también se narren pasajes dolorosos o difíciles, de estrecheces juveniles. Pero la vida siempre estaba ahí, vibrante, anhelante.
Para hablar de este libro no importa su estilo o su forma, aquí es lo de menos. Es poesía porque la autora es poeta siempre, pero es una poesía narrativa, también podría ser una prosa poética. No espere el lector la confesión de grandes sucesos ni aventuras. No, lo que se cuenta es un simple viaje, un traslado en tranvía, un baño, un paseo durante una tarde agradable, una lectura, una música... con la sola compañía excitante del amor. Es la costumbre, la costumbre asumida, armoniosa y amorosa. Salvador yendo a «echar la partida» o regresando a casa con pasos sonoros, quizás «porque soy un hombre de asfalto».
Salvador, al que conocí bastante a través de la autora (un hombre inteligente y culto, con fino sentido del humor, a veces irónico y hasta un poco socarrón, pero bondadoso), sigue vivo, no solo en sus hijos (Salvador, Concha, Luisa y Pablo) o en ese retrato que le hizo el pintor Pepe Lucas, sino, sobre todo, en la memoria de Dionisia, que además espera estar con él en ese «lugar tan aburrido» (palabras de Salvador) donde «todos se aman» (palabras de Dionisia). Es decir, no faltan las gotas de humor y de sinceridad que emocionan traídas por esta verdadera señora de la poesía murciana y española.
En fin, un libro conmovedor y gozoso al mismo tiempo. Repito: amor más allá de la muerte. El ausente está presente de manera clamorosa («estás y quisiera saber/ si hoy el almendro/ tiene las mismas flores»). No es casual, creo, que el último poema, 'Luz', acabe con estas palabras que cierran el libro: «hasta mañana». Pero La Luz no se apaga.
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