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Hasta que la industria farmacéutica, a comienzos de los años treinta del pasado siglo, no comenzó a producir y distribuir productos preparados inicialmente por las marcas Marroot y Schoenthal, que tímidamente empezaron a sustituir a la leche materna en la alimentación infantil, y la casa Nestlé fabricó en 1931 el Eledón (a base de leche en polvo evaporada y parcialmente desnatada y acidificada con fermentos lácticos), la falta de leche para algunas parturientas con dificultades para producirla, o a las que se les retiraba pronto tras el parto, era suplida por las aún recordadas por los mayores amas de cría (o nodrizas); mujeres a las que la naturaleza concedía no solo leche abundante para amamantar a sus propios hijos, sino que proporcionaba el líquido alimento del que se beneficiaban aquellas, faltas del mismo. Desde la prehistoria hasta el segundo tercio del pasado siglo. Desde las reinas hasta las gentes de más humilde condición, tuvieron amas de cría para alimentar convenientemente a sus vástagos. Desde la emperatriz Isabel (esposa de Carlos I) hasta la reina María Cristina de Augsburgo (esposa de Alfonso XII), todas las reinas de España, sin excepción, tuvieron ayuda por unas u otras razones (y no siempre por falta de ella), rompiendo la tradición Victoria Eugenia de Battemberg, esposa de Alfonso XIII, por su origen inglés, siguiendo las costumbres de aquella corte.
En los pueblos pequeños de nuestra Región, donde todos se conocían, no era difícil encontrar un ama, cuando la ocasión lo requería. Siempre había alguien a quien recurrir sin esfuerzo. Cuando las ciudades eran mayores, como era el caso de Cartagena, Lorca o Murcia, donde además se editaban periódicos locales de periodicidad diaria o semanal, es frecuente encontrar anuncios, y no precisamente por demandantes de ayuda sino por mujeres que ofrecían sus servicios como amas de cría. El diario 'El Liberal' de Murcia, en los años 1918, 19 y 20, ahora hace cien años, recoge anuncios en los que se especifica la edad de la fémina, si ofrecía su servicio en su propio domicilio o se desplazaba al de los padres de la criatura. El tiempo en que dio comienzo su producción de leche (2, 4, 5, 6 u 8 meses, o 15 días, por ejemplo). Si era, o no, primeriza. El lugar al que debía dirigirse el demandante del servicio (bien en el propio casco urbano o en lugares de la Huerta), unas veces habiendo de preguntar por el nombre propio de aquella y otras por el sobrenombre o mote familiar con que era conocida (Ramona, en la C. Madre de Dios; Teresa 'la Niña', en el Camino de Alcantarilla; 'La Pereta', en Espinardo; o Isabel 'Volcán' en la C. Cigarral, entre muchas otras).
Las amas de cría llegaban a formar parte afectiva de la familia que contrataba sus servicios. Queridas y obsequiadas por demás, al margen del sueldo que alguna de ellas cobraba; y recordadas en el ámbito familiar durante toda la vida. En los casos de las amas de los infantes e hijos de reyes, estas solían obtener prebendas e incluso títulos nobiliarios, y en los casos de familias adineradas, nobles e hidalgas, no era extraño encontrar sus nombres en los testamentos, heredando propiedades de aquellos, de muy diversa consideración.
Nunca fue la ocupación temporal de la mujer como ama de cría denostada o considerada de importancia menor, sino por el contrario, fueron queridas, admiradas y cuidadas por la sociedad en todos los estratos de la misma.
Con el tiempo, además de las leches artificiales mencionadas, durante la posguerra apareció en España El Pelargón, harina lacteada con la que se alimentaron muchos niños en la década de los cincuenta, quienes forman parte de la denominada 'generación del Pelargón'. A este producto, en los años sesenta siguientes, el mejor conocimiento de la composición de la leche materna (según el farmacéutico y académico Dr. Fernando López Azorín) hizo que se modificaran las fórmulas de leches artificiales para que fueran más semejantes a la humana, comenzando los laboratorios a desarrollar las leches 'maternizadas', mucho más idóneas y mejor toleradas por los recién nacidos.
La actividad temporal del ama de cría fue decayendo a la vez que la industria farmacéutica desarrollaba las leches artificiales, pero en el recuerdo de los mayores permanece aún el nombre y también el afecto al ama a la que nunca olvidaron.
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