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En Nueva York han sacado una nueva moda, los bares de alcohol exclusivamente sin alcohol. Es como las películas porno de pago en los hoteles de antes: no contenían porno porque se pixelaban los sexos, pero no estaban peor cobradas que sin pixelar. La ventaja ... de los bares sin alcohol dicen que consiste en que al día siguiente te sientes mejor; la desventaja es que en esa noche te sientes peor. Pero los ámbitos con cosas de colorines inocuas para adultos ya estaban inventados, y se llaman parques de bolas. Lo que hoy es una moda naciente, y como todas las grandes tonterías, pronto será una imposición de los gobiernos occidentales, naturalmente subvencionada (esos bares vendrán como impuesto en el recibo de la luz).
Ginebra cero-cero, vodka apto para niñes trans, whisky al estilo Hollywood, o sea, ese té que bebían las estrellas en pantalla para que pareciese bourbon. Bueno, las estrellas de verdad ya se las ingeniaban para beber en las películas whisky de verdad. Y mucha granadina en cuya confección no haya sido maltratada ninguna bacteria. Si pides un vaso de leche te mirarán mal, porque haga sospechar que las vacas siguen existiendo y emitiendo gases al planeta. «Por favor, para mí un vaso de leche». «Aquí solo hay no-whisky, forastero». La función social del bar, que era olvidarte de tus penas, se invierte. Los bares de alcohol sin alcohol te recordarán las penas con precisión admirable. Un día le preguntaron a Jeffrey Bernard, tal vez el cronista borracho de bar mejor fundamentado del siglo XX inglés, que por qué bebía tanto todas las noches en el Coach and Horses del Soho. Respondió que era la única forma que había encontrado para aguantar el tedio. Pronto habrá otra forma para aguantar el tedio que entrar a beber al viejo Coach and Horses: no entrar nunca a beber a un renovado Coach and Horses con botellas de mentira y parroquianos con aspecto de ir a encontrarse muy bien... mañana. Es como cuando prohibieron fumar en interiores, en exteriores y entremedias, para que todos se sintiesen mejor al día siguiente; pero el aburrimiento siempre deja lo de sentirse mejor para pasado mañana, o al otro, lo vamos viendo. Y no es fácil que a la gente le quede tanto tiempo de vida como para comprobar si lo que le cuenta el Gobierno es verdad.
Hoy me siento regular, aunque no aburrido. Anoche mezclé un poco de agua con ciertas cervezas, medias botellitas de manzanilla, vodka ruso en trance de desaparecer, Jack Daniel's y un homenaje al progresismo, licor de menta Marie Brizard (por la igualdad inclusiva, porque el dulce es el sabor femenino y de los niños, el amargo es el hombre, contra lo que dice la Biblia). Pero no quiero mandar al periódico lo que enviaba Mr. Bernard para que se publicase en el espacio de su artículo, tras noche memorable: «Jeffrey Bernard no está bien». Si alguna vez muero, deseo que algún enemigo –si me quedan– publique en la prensa: «Abarca definitivamente no estará bien».
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