Nuestra imagen no refleja la riqueza y variedad de méritos individuales de muchos murcianos. Es preciso que se visualicen para actualizar una narrativa regional que hoy no se ajusta a la realidad social y cultural de esta Comunidad. Es injusto que se nos perciba por los restos del naufragio de un viaje político hacia ninguna parte
Rara es la semana en que no contamos que una murciana o un murciano ha logrado un premio o reconocimiento nacional en una disciplina artística, está entre los favoritos de una competición deportiva internacional o es destacado en el resto del país por alguna actividad empresarial, biomédica o solidaria. Como comunidad uniprovincial, nuestro peso poblacional, político y económico es liviano y el Instituto Nacional de Estadística nos retrata con indicadores socioeconómicos de los que no podemos sacar pecho. En ocasiones me pregunto cómo es posible que con nuestras altas tasas de abandono escolar temprano y de fracaso escolar, hay tanta brillante individualidad en la Región de Murcia. ¿Cuál es la explicación a semejante paradoja? No dispongo de una respuesta genérica, pero termino por entenderlo cuando examino caso a caso.
No es casual, por ejemplo, que seamos referentes nacionales en cirugía hepática. Como es bien sabido, es fruto de la inmensa labor durante décadas del profesor Pascual Parrilla que hoy mantienen con brillantez sus discípulos, Ricardo Robles, Pablo Ramírez y Francisco Sánchez Bueno. Pero además de campeones nacionales en cirugía, somos líderes mundiales en generosidad, en palabras de Ricardo Robles, actual coordinador regional de trasplantes, que hace unos días comunicó que la Región había batido en 2023 su récord de donantes. Esa generosidad también explica la existencia de Cirugía Solidaria, un grupo de cualificados sanitarios de La Arrixaca que en sus vacaciones viajan a África para operar y tratar a poblaciones vulnerables. O que uno de los mayores éxitos tecnológicos recientes de la Región, los códigos NaviLens, fue alcanzado por el equipo de Javier Pita cuando se fijó como objetivo crear una señalítica disruptiva para que personas con discapacidad visual pudieran ser autónomos en entornos desconocidos. Hoy los códigos murcianos NaviLens guían a invidentes en los transportes de Barcelona, el tranvía de Murcia, la estación de Atocha, el Metro de Madrid, Londres y Nueva York y el tranvía de Melbourne.
Es evidente que la imagen exterior de nuestra Región no refleja con precisión la riqueza y diversidad de los talentos individuales que la componen. Por eso nos hemos propuesto en LA VERDAD redoblar nuestro esfuerzo informativo para erradicar prejuicios, romper estereotipos y proyectar luz, dentro y fuera de la Región, sobre el extraordinario talento que atesora nuestra Comunidad, en muchas ocasiones opacado por una gestión política convulsa o ineficaz, el desconocimiento de los medios nacionales y la fruslería que anida en las redes sociales.
Hay mucho talento murciano que ha encontrado mejores oportunidades en otros pagos. Dos ejemplos están hoy en nuestras páginas: la cineasta murciana Paloma Zapata, que reside en Barcelona y acaba de ganar el premio Feroz a la mejor película de no ficción, y el catedrático y exrector de la Universidad de Alicante, el cartagenero Andrés Pedreño, uno de los referentes de la inteligencia artificial en Europa.
La Región es mucho más que la huerta de Europa, un calificativo que refleja el potencial exportador del agro, pero que es reduccionista y por sí solo no es representativo del mosaico cultural, social y económico de la Comunidad. Es importante huir de los estereotipos y redefinir la narrativa de una Región que está lastrada por la deficiente gestión del territorio y los proyectos impulsados por el poder político que fueron derrumbándose como un castillo de naipes. Es injusto que la sociedad civil murciana aún vea lesionada su reputación y su autoestima por los restos de un naufragio que quedaron de aquel viaje hacia ninguna parte.
Nuestros representantes públicos deben trabajar en atraer, hacer crecer y retener talento. En España, según el INE, la población alcanzará los 52,9 millones de habitantes en 2072. Habrá más muertes que nacimientos, un 36% de inmigrantes y el número de centenarios se multiplicará por 15. La Región tendrá en 2037 unos 1.766.000 habitantes, 243.000 más que ahora, como producto de la inmigración y una natalidad superior a la del conjunto del país. Nuestro objetivo debería ser aprovechar lo que expertos llaman 'dividendo demográfico', la existencia de más personas en edad de trabajar que mayores de 67 y menores de 16.
Hacer germinar el talento en esa franja de población exigirá un esfuerzo en educación muy superior al que estamos realizando. Si además queremos atraerlo de otros lugares, como en su día sucedió con Pascual Parrilla o Pablo Artal, es preciso dotarnos de un entorno regulatorio y de trabajo propicios, con oportunidades de empleabilidad para personas de cualificación media y alta. Y si queremos que ese talento no escape hay que cuidar la sostenibilidad, el estilo de vida, la digitalización y la resiliencia de las empresas, según la Fundación Cotec. En el mapa autonómico de talento elaborado por esa institución ocupamos el puesto decimocuarto, por delante de Andalucía, Extremadura, Canarias y Castilla-La Mancha. Nos queda mucho por hacer. En algunas parcelas hay que actuar con urgencia. En la Universidad de Murcia, la edad media del personal docente investigador es 55 años, cinco más que la media nacional. Propiciar el relevo generacional en la UMU sin perder talento no es una tarea sencilla. Requerirá que la economía regional crezca y una mejor financiación pública, pues son las regiones españolas con mayor renta las que tienen más atractivo para atraer y retener talento, en todos los ámbitos de la vida pública. Pero además de fondos, hace falta avanzar con luces largas. Ojalá tuviéramos tanta visión de futuro como generosidad desprendemos.
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