Basada en una novela del escritor chino Liu Cixin, la serie 'El problema de los tres cuerpos' triunfa en Netflix. Narra la historia de una civilización alienígena que se dirige hacia la Tierra para conquistarla porque su planeta se halla en riesgo de desaparición al ... estar atrapado en un sistema de tres estrellas, cuyos movimientos generan épocas de estabilidad y otras de caos y destrucción. La única vía de salvación para los humanos es progresar tecnológicamente de manera veloz para hacer frente a los invasores que llegarán en 400 años. Más allá de sus virtudes cinematográficas, la historia ha suscitado diversas lecturas porque muchos la ven como una alegoría del orden mundial tripolar (Estados Unidos, China y Rusia). Y porque en el gigante asiático y en el estadounidense se piensa que la potencia que someterá a la otra será la que progrese más y más rápido en inteligencia artificial, computación cuántica y viajes espaciales. Lo cierto es que el problema de los tres cuerpos existe en el mundo de la física y alude al impredecible y caótico movimiento que pueden tener tres objetos celestes enlazados gravitatoriamente.
En general, pasar de interacciones de dos a tres, sean personas, objetos o países, introduce una complejidad que puede conducir al caos. Esta observación es aplicable a la política. Examinemos la España posterior al bipartidismo. Las coaliciones de gobierno gozan de cierta estabilidad solo si son dos los socios. Los ejecutivos tripartitos son inmanejables y caóticos. Al igual que los pactos parlamentarios de geometría variable entre más de dos grupos. Que se lo pregunten a López Miras, que en la anterior legislatura necesitó el apoyo simultáneo en la Asamblea de Cs y los expulsados de Vox. Ahora, la gobernabilidad de la Región entre dos formaciones exhibe, de momento, mayor estabilidad. El problema regional se manifiesta cuando se salta a la arena nacional. El peso de nuestra Comunidad es liviano. Ni más ni menos que el propio de un territorio con diez diputados y el 3,1% de la población española. Sin el favor y la complicidad del Gobierno central, no queda otra que buscar alianzas para lograr objetivos relevantes. No siempre se ha intentado y cuando se ha hecho el resultado no fue siempre el deseado. A veces fue desastroso. Recordemos el Pacto de San Esteban, entre el Ministerio y cuatro comunidades, en virtud del cual Valcárcel renunciaba a la conexión en AVE por Camarillas y aceptaba el paso por Cuenca y Albacete a cambio de la llegada simultánea de la alta velocidad a Murcia, Albacete y Alicante. De aquel incumplimiento tenemos una alta velocidad que llegó más tarde y con el largo rodeo alicantino.
Ahora López Miras, Carlos Mazón y Moreno Bonilla han hecho frente común en materia de agua para lograr que en las nuevas reglas de explotación del Tajo haya un automatismo, exento de discrecionalidad política, cuando las reservas en cabecera estén en el nivel 3. Sorprendemente, al secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, le ha parecido una buena idea, aunque puede ser que el Ministerio esté pensando en reducir el volumen asociado a ese nivel para hacer más restrictivos los trasvases. Luego habrá que esperar para calibrar la buena diposición ministerial. En todo caso, a la Región de Murcia le irá mejor en política hídrica si lo hace en sintonía y coordinadamente con esas dos grandes comunidades.
Dicho lo anterior, mi impresión es que la estabilidad de esta alianza a tres está lejos de estar garantizada para otra cosa que no sea el agua y durará mientras Andalucía sufra en sus carnes la carencia de recursos hídricos. La apuesta por el Corredor Mediterráneo es compartida por estas tres comunidades gobernadas por el PP, pero con distinta intensidad. De hecho, Moreno Bonilla no participa en las reuniones impulsadas por los empresarios del Levante en favor del Corredor y da la impresión de que se le ve más cómodo con el Corredor central por Algeciras, Madrid y Zaragoza. En materia de infraestructuras tampoco esperemos un bloque infracturable. La Región ya puede olvidarse de cualquier apoyo de la Comunidad Valenciana para el Gorguel o Barlomar. Y menos aún después de la sintonía observada entre Mazón, que ya demostró con su pacto relámpago de gobierno con Vox que va totalmente a lo suyo, con el ministro Óscar Puente en el anuncio de la ampliación del puerto de Valencia. Si Miras va a presionar por el tercer carril de la A-7 y los arcos de Murcia no contará con más ayuda que la de los grupos políticos de la Región.
Puede que en materia de financiación haya un posible acercamiento pues a las tres comunidades les conviene una revisión en base a criterios de población, pero ya se verá si la argamasa entre estos barones populares es consistente. A la hora de la verdad, cada uno tirará en favor de su territorio, como es lógico. Ya hemos visto cómo Mazón y Bonilla nunca han llegado a volar todos los puentes con Madrid. Una lección para López Miras, a quien la estrategia de la confrontación le ha valido para posicionarse muy bien en Madrid en lo personal, pero sin réditos para la Región, de momento. El aparente giro con el Mar Menor quizá sea el inicio de un giro más inteligente y provechoso para nuestra Comunidad. Una clave relevante residiría en el empuje coordinado de los empresarios. Que Croem y las organizaciones homólogas de Andalucía y Valencia acordaran el viernes en Murcia reivindicar conjuntamente en materia de agua, infraestructuras y financiación es buena señal. Solo el empuje de la sociedad civil mantendrá la estabilidad y la eficacia de este frente territorial.
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