En la entrega el pasado jueves de los premios de la revista XLSemanal, el galardonado paleontólogo Juan Luis Arsuaga, codirector del yacimiento de Atapuerca, describió a los científicos como personas que eligen en la vida un problema, se casan con él y luego acaban teniendo ... problemitas. Una tarea compleja e inagotable pues cada respuesta conduce indefectiblemente de nuevo a plantearse más preguntas. Averiguar qué nos define como humanos es precisamente el problema vital de Arsuaga, quien como respuesta tentativa nos recuerda que somos la única especie que se hace preguntas.
A mí me gustaría definir a los políticos como aquellos de nosotros que se dedican en la esfera pública a resolver aquellos problemas que no hace falta buscar porque están a la vista de todos. Conozco a muchos de todo signo político que encajan como un guante en esa definición. Pero con frecuencia también me topo con algunos que, en lugar de solucionar problemas, los crean, unen su destino a ellos y nos regalan múltiples problemitas a todos. Ahora que se ha cerrado un ciclo electoral de cuatro años, algunos buenos políticos no han pasado la criba de las urnas y otros, rematadamente tóxicos y liantes, han sido expulsados de la arena pública sin haber resuelto nada de lo que prometían y dejando atrás una larga lista de carajales, ineficacias e inestabilidades. Por regla general, el voto tiene un efecto catártico, depurativo. Lo malo es que las marcas electorales pesan mucho y eso no garantiza que estén los mejores al frente de la gestión pública. Habría más oportunidades si hubiera listas abiertas y pudiéramos elegir a nuestros representantes, como sucede con las candidaturas al Senado, pero los partidos se resisten a renunciar a esa prerrogativa que proporciona rédito solo a ellos. Ahora llegan nuevas hornadas de diputados y concejales. Y como es natural, habrá de todo en esta viña. Son un reflejo social. Nos definen. Representantes públicos que harán bien su trabajo y otros que vendrán a medrar, enredar o simplemente a cumplir con las órdenes que les llegan de Madrid o con las indicaciones de los grupos de presión que les han llevado hasta donde están. De lo uno y lo otro ya hay quienes vienen apuntando maneras en la antesala de la formación de los gobiernos. Los hay que están locos por pillar poder y se les nota porque vienen cortitos de cultura democrática, comportándose como si fueran odiadores anónimos de las redes sociales. La verdad es que no cabía esperar otra cosa después de cuatro años de normalización de los extremismos de izquierda y derecha por parte de los dos grandes partidos de gobierno. Ahora no hay formalmente bipartidismo, pero ha cristalizado una confrontación de dos bloques, internamente inestables, que ha dejado la centralidad y la moderación completamente deshabitadas. Un territorio templado de donde han desaparecido los puentes de entendimiento entre las dos orillas. Los pactos solo son posibles dentro de esos bloques, lo que favorece a las posiciones más minoritarias y radicales. Esto es España, no Alemania. Es lo que políticamente nos define. Ese es nuestro particular problema vital. Luego lejos de apelar a los consensos, como pedían ayer en estas páginas los agentes sociales para encarar los problemas reales, seguimos atrapados en las guerras culturales de los más radicales de cada bando, poniendo al país en un bucle de permanente crispación porque muchos colectivos sociales terminan por sentirse en situación de amenaza existencial en razón de su actividad económica, orientación sexual o estatus legal. No es nada nuevo, ni exclusivo de España. Hace treinta años lo advirtió el sociólogo James Davison Hunter cuando popularizó el concepto de guerra cultural. Solo que ahora tanto en EE UU como en España se han recrudecido estas batallas, debilitando la fortaleza y la confianza en la democracia.
Ayer se constituyeron las corporaciones de 43 de los 45 municipios de la Región. Los alcaldes son los políticos más cercanos a la gente y sus problemas, que son mucho más prosaicos pero mucho más reales que los de la agenda política nacional. Ojalá que no se despisten y acierten. Buena suerte a todos.
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