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Koldo y los engaños masivos
Primera plana

Koldo y los engaños masivos

Al PSOE le intranquiliza más la trama corrupta que salpica a Ábalos que el trágala con Puigdemont en esta huida hacia adelante de Sánchez, que quiere hacernos creer que el fin último de la ley es pacificar el conflicto catalán. De engaños masivos sabe mucho el ala más dura del PP, responsable político de la teoría conspirativa del 11-M

Domingo, 10 de marzo 2024, 07:25

Nuestra tendencia al autoengaño es ilimitada. Asombra la capacidad de la mente humana para construir escenarios positivos sobre sucesos negativos. Lo digo pensando en el ministro Félix Bolaños cuando dice estar íntimamente convencido de que la ley de amnistía va a ser un «referente mundial» que pondrá fin al «conflicto en Cataluña». Me cuesta creerlo. Sobre todo tras oír a continuación a Puigdemont decir que lejos de poner término al 'procés', lo que se abre es la vía para negociar ya la autodeterminación. Si Pedro Sánchez quería salvar la legislatura, no le quedaba más remedio que pasar por este trágala, pero es difícil no ver el coste que su huida hacia adelante está teniendo en los sondeos, como el publicado recientemente en 'El País': un 60% de los españoles considera que la amnistía es injusta y supone un privilegio. Una medida de gracia que solo tiene apoyo en Cataluña y País Vasco, y entre los votantes nacionalistas y de Sumar. Bolaños, el arquitecto de la fallida moción de censura en la Región de Murcia, parece que ha olvidado el coste posterior en las urnas de decisiones políticas, que siendo legítimas para retener o conquistar el poder, se impulsan sin un mayoritario respaldo social.

Salvo el expresidente aragonés Lambán («hoy no es un día en que, como socialista, yo me sienta especialmente orgulloso»), nadie ha abierto la boca en el PSOE contra el texto aprobado en la Comisión de Justicia, que rebaja los delitos de terrorismo, alta traición y malversación. Hay momentos en que toca aguantar la posición, me explica alguien que conoce bien ese partido. La lealtad al grupo requiere que nadie ataque argumentos débiles o plantee preguntas embarazosas. Como escribió el psicólogo Daniel Goleman mucho antes de publicar su célebre obra sobre la inteligencia emocional, parte del precio de ser un miembro valorado de un grupo, ya sea una familia o un partido político, es honrar las reglas implícitas de negación compartida. Veremos si en este caso, esta cómoda unanimidad no les conduce a un precipicio.

A los socialistas hoy les intranquiliza más las secuelas del 'caso Koldo' que la ley de amnistía, pues históricamente, y no les faltan motivos, los casos de corrupción han penalizado en las urnas más al PSOE que al PP. Con independencia del recorrido judicial de este caso y de su metralla política en varios ministerios y autonomías, es difícil asimilar cómo el ex asesor de Ábalos pudo acabar dando un pelotazo porque fue ascendido de escolta a asesor del ministro de Transporte y luego a consejero de Renfe Mercancías y miembro del Consejo Rector de Puertos del Estado. No es muy edificante que ocho de cada diez responsables de las empresas públicas españolas sean hoy exdirigentes afines al PSOE. Hay al frente exministros y exsecretarios de Estado, así como antiguos diputados, directores generales y consejeros de autonomías. Pero que en estas sociedades haya consejeros sin la mínima acreditación profesional que entran a dedo ya resulta indigerible. Y, para colmo, alguno se lucra con dinero público en plena pandemia. Tiene razón la Fundación 'Hay Derecho' cuando, al margen de la corruptela en sí, se pasma de que se exijan más requisitos objetivos y más mérito y capacidad para ser cartero que para presidir Correos.

El PP no se equivoca, a mi juicio, cuando denuncia la gravedad del 'caso Koldo' y afirma que la verdadera motivación de la amnistía de Sánchez es ofrecer impunidad a cambio de la investidura. Pero estas fechas, en las que se recuerda el veinte aniversario del 11-M, no son las más propicias para que los populares hablen de engaños masivos. Lo que sucedió desde última hora de la tarde del 11 de marzo de 2004, cuando aparecen las primeras pistas de la autoría islamista de estos atentados con casi 200 muertos, hasta el día de las elecciones fue uno de los más ignominiosos ejemplos de mala gobernanza democrática. Peor aún que desdibujar esos indicios para mitigar su impacto en las urnas fue sostener un gigantesco bulo en forma de teoría conspiranoica durante los tres años siguientes, hasta la celebración del juicio, en busca de una desligitimación del Gobierno del PSOE, y poniendo en duda la labor de jueces, fiscales, policías y periodistas.

A esa tarea alentada por la expresidenta Esperanza Aguirre, Zaplana y Acebes, entre otros dirigentes del ala dura del PP, se sumaron varios medios de comunicación, que no dudaron en urdir una falsaria narrativa basada en las sombras del sumario. Otros medios se pusieron de perfil y otros decidieron cumplir con su deber de esclarecer los hechos, aun cuando el resultado de su labor informativa pudiera no ser del agrado de sus lectores. No legitimar esa teoría de la conspiración tuvo un coste económico importante para ABC y un coste personal para quienes desde esa cabecera nos implicamos en arrojar luz para llegar a la verdad hasta donde fuera posible, una tarea que tuvo como recompensa el reconocimiento de la sentencia.

Posdata. Autoengañarse hasta el infinito es posible, pero engañar a todos durante todo el tiempo es imposible.

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