Dice la vicepresidenta Yolanda Díaz que la reducción de la jornada laboral en España se estudiará en las universidades de todo el mundo. Lo que no sabemos es si como un caso de éxito o de fracaso. Aún hay tiempo para buscar un consenso de todos los agentes sociales para asegurar el buen término de la reforma
J.M. Keynes, uno de los economistas más influyentes del siglo XX, vaticinó en 1930 que sus nietos trabajarían tres horas al día, quince a la semana, gracias al crecimiento económico y los avances tecnológicos. ¿Tres horas tras tres generaciones? Es evidente que Keynes se 'pasó tres pueblos' en su excesivo optimismo. Pocos años después, en 1935, la jornada laboral se redujo a 40 horas semanales por la Organización Internacional del Trabajo, aunque tardó en llegar a muchos países. La huelga de La Canadiense que tuvo lugar en Barcelona en 1919 logró arrancar del Gobierno las 8 horas diarias, pero seguían trabajándose seis días a la semana. No fue hasta hace 41 años cuando la jornada laboral quedó implantada por el Ejecutivo de Felipe González tal como hoy la conocemos.
Ahora, en medio de un vivo debate político y social, el Gobierno de Pedro Sánchez, por el impulso de la vicepresidenta Yolanda Díaz, ha dado el primer paso para reducir la jornada laboral a 37,5 horas, a través de un anteproyecto de ley que deberá contar con los apoyos de sus socios, incluido el grupo que lidera Puigdemont. Díaz tuvo que vencer reticencias internas (el ministro de Economía no veía clara su aplicación inmediata), pero ahora deberá sortear la de otras fuerzas políticas. Es más que probable que este anteproyecto, que cuenta con el respaldo de los sindicatos y la oposición de las organizaciones empresariales, salga retocado en una tramitación que se iniciará por la vía de urgencia, sin esperar a los informes del Consejo Económico y Social y el Consejo de Estado, pero tampoco a contar con los apoyos asegurados en el Congreso de los Diputados.
«La reducción de la jornada en España es una medida que se va a estudiar en las universidades de todo el mundo», dijo Yolanda Díaz, el día que firmó con los sindicatos el articulado de este anteproyecto. No se equivoca la vicepresidenta. Lo que no sabemos es si se estudiará como caso de éxito o de fracaso. Los países ricos y más productivos tienden a trabajar menos, pero eso no significa que se hayan vuelto ricos trabajando menos. Tampoco trabajando más. El mercado laboral es demasiado complejo y la productividad es multifactorial. Diversos estudios indican que una reducción del horario favorece el bienestar de los trabajadores y eso tiende a mejorar la productividad de la empresa. Pero también hay otros estudios que destacan incrementos en los costos laborales y un impacto negativo en el empleo. Los efectos varían, además, por región y actividad. La rentabilidad de no pocas empresas quedará muy comprometida con una subida del coste laboral, pues todas las horas que superen el límite de las 37, 5 se considerarán horas extra. La alternativa es contratar más personal, lo que en pequeños comercios o establecimientos de hostelería es complicado si los márgenes están muy ajustados, incluso subiendo el precio del servicio o del producto. Las firmas más grandes y con mejores números podrán asumir esos costes. De hecho ya hay un porcentaje apreciable de personas que no trabajan más de 37,5 horas en algunas comunidades y actividades, según el Ministerio de Trabajo. Pero si los cálculos de la patronal son correctos, el impacto para las empresas oscilaría entre 21.000 y 23.000 millones de euros. Eso es mucho dinero, teniendo en cuenta que, además, el Gobierno aprobará en pocos días otra subida del salario mínimo.
Hay demasiada incertidumbre en el horizonte. En parte porque es difícil anticipar el resultado de las políticas públicas en materia laboral. Influyen el contexto económico y las medidas que las acompañan para hacer un buen seguimiento e implementación. Durante muchos años se pensó que los aumentos del salario mínimo tienen un impacto negativo en el empleo, hasta que el economista David Ward demostró lo contrario, con una línea de experimentación que le reportaría un premio Nobel. A mi juicio, la vicepresidenta Díaz tiene mucha más buena voluntad que certidumbre sobre los efectos de la reducción de jornada, más allá de los evidentes para los 12 millones de trabajadores que se beneficiarían de primeras de esa hora y media en su horario sin ver mermado su salario.
La evolución del empleo ha sido positiva en todo el país durante 2024, también en la Región de Murcia, cuyas principales ciudades crecieron en empleo entre el 5% y el 8%. Sin embargo, la última encuesta de población activa y el dato de paro en enero en la Región ha sido malo, esto último también en el conjunto de España. Luego es muy entendible el temor entre quienes a duras penas sacan adelante sus proyectos empresariales a que la nueva jornada traiga muchos más problemas que beneficios. La experiencia acumulada apunta que aquellas medidas que no gozan del acuerdo de todos los agentes sociales difícilmente luego se traducen en beneficios generales. Tengo la impresión de que los bajos salarios son un problema mucho mayor y urgente que la reducción de jornada, que es un objetivo loable si el beneficio para los trabajadores no compromete la supervivencia de las empresas y por tanto el mantenimiento del empleo. Aún hay tiempo para fraguar un consenso de todos los agentes sociales.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.