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Tenemos múltiples motivos para convertir el Año Jubilar de Caravaca de la Cruz, la ciudad donde la tradición religiosa y la fe cristiana consideran que está depositada una astilla del Lignum Crucis en que murió Jesucristo, en una apuesta regional que merece la implicación de todos los agentes sociales y del conjunto de la ciudadanía de la Región de Murcia. Cada siete años se abre una ventana de oportunidad en nuestra ciudad santa para impulsar la economía, la cultura y el desarrollo en general de todo el Noroeste, una comarca muchas veces orillada de las prioridades regionales que se sustancian en el día a día de la vida pública regional.
Cualquiera que conozca mínimamente la historia, las tradiciones, la arquitectura, la gastronomía y el entorno natural de Caravaca sabe del excepcional atractivo turístico del Año Jubilar, un evento religioso con ochocientos años de fabulosa historia. Hoy, la Cruz de Caravaca es conocida en todo el mundo por los testimonios de los peregrinos llegados durantes siglos y porque jesuitas, franciscanos y carmelitas la utilizaron como emblema de la evangelización por toda América, Asia y Europa. Un símbolo con un enorme poder de fascinación. Lo pude constatar en quienes ni siquieran habían oído hablar de la Vera Cruz y su ciudad cuando el periódico organizó una exposición sobre los Caballos del Vino en pleno centro de Madrid durante Fitur. Pero hace falta perseverancia en la promoción de Caravaca y una apuesta más decidida y valiente a nivel local por algunos proyectos artísticos que se han puesto sobre la mesa, a fin de lograr el despegue definitivo como destino turístico histórico-religioso. A poco que se consoliden la promoción y las infraestructuras turísticas básicas y se desarrollen, a fondo, algunos de los diferentes caminos que conducen hasta la Vera Cruz, empezarán a notarse los resultados de este empeño colectivo, y no solo cuando toque Año Jubilar.
Los tiempos en que vivimos juegan a favor de Caravaca porque lo espiritual, que no necesariamente va a asociado a lo religioso, tendrá cada vez más peso en la sociedad. Eso no significa que vaya a haber una vuelta al misticismo que personificaba San Juan de la Cruz, quien a lo largo de su vida visitó siete veces Caravaca, pero sí que en tiempos de disruptiva revolución de la inteligencia artificial (IA), la ética y los valores humanos serán fundamentales para su regulación y desarrollo. La mera reflexión sobre cómo la inteligencia artificial puede afectar, para bien o para mal, a las sociedades contemporáneas, no hace sino acrecentar el sentimiento de responsabilidad en el uso de una tecnología que solo puede ir en favor de la condición humana. En Silicon Valley, la cuna de las grandes firmas tecnológicas, circulaba hace unos años la frase '¿quién necesita a Dios cuando tenemos Google?' Ahora la pregunta regresa con fuerza por el salto tecnológico que supone la inteligencia artificial, plasmada en programas como ChatGPT, que ofrece respuestas narrativas coherentes (aunque muchas veces falsas) a intrincados interrogantes y planteamientos. Si la espiritualidad es una forma de conectar con algo mayor que nosotros, por qué ese algo no puede ser la inteligencia artificial, se preguntan algunos. Pues porque ese excepcional enjambre de algoritmos, que ofrece resultados asombrosos cuanto mayor es la potencia de supercomputación, nunca podrá recrear el insondable misterio de la condición humana. Puede que futuras versiones de ChatGPT puedan crear en segundos un poema tan brillante como 'La noche oscura del alma' de San Juan de la Cruz, pero dudo de que puedan llegar a emocionarnos como los versos originales del místico, retratado magistralmente por Santiago Ydáñez, para disfrute de los visitantes en Caravaca de la antigua iglesia de la Compañía de Jesús.
Sí, lo espiritual va a cotizar al alza en esta nueva era de la IA, y viajar a Caravaca de la Cruz en un Año Jubilar será una experiencia tremendamente tentadora. Existe un tesoro inmaterial y cultural al final de los caminos de la Vera Cruz para quien los sepa aprovechar. Lo recomendable es llegar a pie o en bicicleta por cualquiera de sus rutas de peregrinación. Por ejemplo, por la Vía Verde del Noroeste, un desafío físico al alcance de cualquiera con una mínima planificación y esfuerzo. Como recompensa es posible sumergirse durante el trayecto en un bosque de pinos entre Bullas y Caravaca de la Cruz y hacer un alto en el camino para visitar el conjunto histórico-artístico de Cehegín antes de llegar a la basilica que conserva esa parte del Lignum Crucis, que primero fue guardada por los caballeros Templarios y, tras su desaparición, por la Orden de Santiago. Un gozoso baño de sensaciones, físicas y espirituales, al alcance de todos. B uen camino.
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