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El aeropuerto de Murcia es el responsable del último (¿o penúltimo?) ejemplo de las dos Españas. Si yo digo blanco, él dirá negro; si a mí me parece bien que haya una ley que regule la energía, a ti no; si unos creen que el ... Mar Menor necesita unas leyes que lo protejan, otros dirán que está bien así porque crea riqueza. No nos ilusionemos con que vayan a debatir posibilidades de entendimiento en cualquier tema. Unos esgrimirán razones contrarias a las del rival. Así, desde hace siglos, aunque en la actualidad el tema traspasa los límites de lo tolerable. Asquea leer u oír cómo se manejan razones que se caen de pura necedad. Para los que pensamos de una manera, claro, porque, los que piensan lo contrario no solo tragan piedras de molino, sino que las degustan con placentera satisfacción.
El debate que hoy traigo a colación rompe cualquier teoría sobre la conciliación nacional. No me agrada entrar en políticas, siguiendo el consejo que Franco le dio al ministro Fraga en una célebre anécdota; si lo hago hoy es por sentirme incómodo con la teoría de 'los míos', mire usted por dónde. Si creyera que los míos tienen la razón, seguro que me callaría, como me callo ante posturas esperpénticas de los otros sobre trenes, trasvases o pandemias; y me callo porque me dan la risa, y por no ser precisamente un comentarista político. Pero lo del aeropuerto crea en mí una tan curiosa paradoja que me lanzo al ruedo, como buen maletilla, entre medroso y temerario.
El argumento lo saben de sobra: el Gobierno central no da permiso para que el aeropuerto de la Región de Murcia se llame Juan de la Cierva. Para ello se apoya en que va contra la Ley de la Memoria Histórica. Yo soy un profundo defensor de la Ley de la Memoria Histórica. Creo firmemente que la barbarie de la dictadura no debe olvidarse, y que conviene reparar tantísimos atropellos a quienes participaron, por ejemplo, en enterrar de cualquier manera a los muertos de la Guerra Civil: a los de un bando y a los de otro. Junto a ello, borrar en la medida de lo posible el nombre de los verdaderos responsables de aquellos crímenes de guerra. Y así, todo. Pero... Pero, como dice el aforismo castellano, toda regla tiene su excepción. Y excepciones hay en este y en otros casos similares.
Vamos a ver. Juan de la Cierva era de derechas, bien; como su padre (por cierto, alcalde de Murcia), como su hermano (fusilado por los rojos) y como imagino que la mayoría de los miembros de tan distinguida familia. En el argumentario de la mentada Ley de la Memoria Histórica se dice que ayudó a fletar el avión con el que Franco inició la sublevación. Si va uno a los libros, ve que sí, que investigadores hay que corroboran esa opinión, pero que también hay otros que minimizan su colaboración con los fascistas. Como siempre: la historia es una verdad relativa, pues va en función de quien la escribe. Digamos que, en efecto, De la Cierva fue de derechas, intervino de manera indirecta en el apoyo de los rebeldes, y no le gustaban los rojos. ¿Y qué? ¿Qué ejemplo damos de tolerancia condenando a un ingeniero de prestigio, inventor notable, cuyo nombre figura en calles de La Coruña, Mataró, Don Benito, Marbella, Getafe, Sanlúcar de Barrameda, Cádiz y un montón de sitios más? ¿Debemos estigmatizar a quien iba en el otro bando por el mero hecho de estar en el otro bando? ¿Es el único que purga semejante sambenito?
Me viene a la memoria el caso de Juan March. Este sí que apoyó a Franco por activa y por pasiva. Y tuvo sus prebendas durante la dictadura. ¿Por eso vamos a torpedear el magnífico edificio de la madrileña calle Castelló, modelo de museo, biblioteca y auditorio con actividades de primer nivel? ¿Debemos no ir a los actos que programan? Yo mismo he sido invitado en bastantes ocasiones, y ni me planteaba si su fundador era azul o rojo. Y no soy de derechas, como tantos otros que han pasado por dicha Fundación.
Entiendo que referencias incuestionables de la maldita Guerra Civil se protejan del cómodo olvido. Pero una persona que, además de lo dicho, da nombre a uno de los premios de investigación más importantes de nuestro país, no sé, pero algo me dice que es... una solemne tontería. ¿No hay otras cosas más importantes que debatir?
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