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Principios del siglo pasado en Ferrol, Ferrol del Caudillo o El Ferrol, municipio marinero perteneciente a la provincia de A Coruña, es útil practicar idiomas. ... Los ingleses, depredadores colonizadores, han puesto sus ojos en la pujante empresa Constructora Naval. A la ciudad comienzan a llegar los 'lores' acompañados de las 'leidis' que, al momento, causan estragos entre las damas de la apolillada burguesía con sus fastuosos sombreros adornados por plumas de aves tan exóticas como valiosas que pronto adornan las cabezas de las damas gallegas enviados desde la propia Inglaterra o confeccionados en afamadas sombrererías locales. Este tocado ostentoso y emplumado se convierte en símbolo de distinción y la señora que no lo porte no merece ni atención ni compañía. Otras ferrolanas, habitantes de barrios periféricos, no quieren quedar atrás por culpa de la incipiente moda y empiezan a cubrirse la testa con aparatosos sombreros a los que, dada su menguada tesorería, solo alcanzan a adornar con plumas de pichón. Pichoneras empiezan a llamarlas las relamidas e intransigentes burguesas y así, con ese despreciativo remoquete que ya casi nadie recuerda, vengarse de su irrespetuosa osadía.
La vicepresidenta segunda del Gobierno de España, doña Yolanda para unos, Yoli para los amigos, mandamás por la gracia del abrasado Iglesias, aupada, distinguida y mimada por el taimado Sánchez para poder contar con una muleta en la que apoyarse y poder seguir en el mangoneo, se nos presenta un día tras otro tan guay, tan feliz de haberse conocido; tan simpática, dulce y modosita. Elevada a los altares por algunos medios de comunicación, a los que sin saber por qué les cae tan bien, resulta que es una pichonera y no porque guste de adornar su cabeza con gorro emplumado sino porque con esa sonrisita tan permanente como falsa, con esa forma de hablar sin decir absolutamente nada, con esos eslóganes que anuncian paz y tranquilidad, oculta, como el lobo de los tres cerditos, el más sectario, totalitario, intransigente y antidemócrata credo comunista.
En su Ferrol querido fue acunada a los sones de la Internacional Comunista: «Arriba parias de la tierra, en pie famélica legión». De su padre, Suso Díaz, reputado comunista y activo sindicalista, aprendió lo de la lucha de clases, el odio a la empresa, el desprecio a la privada iniciativa y al mérito, la idoneidad de unos individuos iguales en su miseria suplicando por una subvención y donde la clase dirigente, naturalmente comunista, debe gozar de unos privilegios acordes con el sacrificio que diariamente hacen para beneficio del común. Nunca ganó una elección de las varias a las que se presentó sin disfraz, exhibiendo, como debe ser, su idolatrada bandera de la hoz y el martillo. Yolanda es pichonera y por eso en esta era del marketing engañoso, del burla burla, de la apariencia trucada, asistida por taimados asesores, ha decidido cubrirse la testa de plumas y el cuerpo de galas burguesas, ha escondido los símbolos comunistas y ha sorprendido al respetable, con tanto acierto, que ya figura como la política mejor valorada del país.
Siempre he respetado, aunque a veces no haya comprendido, a aquellos que fieles a sus ideas las han expresado con convicción y firmeza, no nos han intentado dar gato por liebre y, aun en circunstancias adversas, han sabido mantenerse fieles a sus creencias. En nuestra querida Murcia he conocido y apreciado a políticos abrazados a la hoz y al martillo sin pizca alguna de doblez que han dejado una huella de lealtad y hombría de bien. Muchos sabíamos a lo que nos exponíamos si con nuestros votos los llevábamos al poder, por eso no ganaban ni una elección. Yolanda es pichonera, admiradora ferviente de Putin, Maduro y Ortega, del odioso régimen cubano y de ese tal Petro que va a llevar a Colombia a la ruina. Por eso, debe quitarse las plumas de pichón y presentarse como lo que es: fervorosa y convencida comunista.
En la España gris, de trampa y burlesca, cuando, para proveerse de vino, honrados comerciantes viajaban a las bodegas, el bodeguero, ávido por colocar alguna pésima añada, obsequiaba con una buena ración de queso curado al comprador que, con su fuerte sabor, anulaba el gusto del mal caldo. «No nos la des con queso», fue frase que empezó a ser usada por esos engañados comerciantes. Yolanda pichonera, te aseguro que a miles de españoles no nos la vas a dar ni con queso ni sin queso.
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