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Murcia, Murtea, Murtia, Myrtea son nombres de una divinidad romana primitiva con templo en un valle en Roma entre las colinas del Aventino y el ... Palatino, más conocida por su asociación con Venus, la diosa del amor, que terminó siendo nombrada como Venus Murcia.
Marco Terencio Varrón, escritor y filósofo en la antigua Roma, opinaba que el nombre de Murcia con el que se llamaba a Venus se debía a que su templo estaba construido en un precioso paraje lleno de 'myrtus', como se conoce en latín al mirto. Cuenta nuestro paisano el licenciado Cascales que cuando los romanos llegan a los parajes de los que soy vecino y contemplan la frescura del río con todas sus riberas cubiertas de estos arbustos recuerdan a su diosa, amiga de aguas y murtas, y bautizan este valle como Murcia.
En la antigua jerga llamada germanía, manera de hablar de ladrones y rufianes que antaño como hogaño también existían, el verbo murciar se traducía por hurtar o robar. Al rey Carlos III se le atribuye la frase: «Yo no quiero ni gitanos, ni murcianos, ni gente de malvivir en mis ejércitos». Ladrones quiso decir el Rey, pero utilizó el nombre en germanía y desde entonces algún que otro iletrado se sirve de esa real sentencia para tratar de desprestigiar a todos los que tenemos la suerte de haber nacido en esta tierra.
Murcia fue durante siglos reino extenso y poderoso, hasta que el duque Teodomiro, el Todmir de los escritos, pacta con los invasores de la media luna y, a cambio de paz y respeto a vidas y haciendas, incluso a cargos y prebendas, cede la soberanía de un pueblo que accidentalmente gobernaba por ausencia del rey godo.
Hasta la transición y la creación de las regiones autónomas, las provincias de Murcia y Albacete componían una división territorial llamada Reino de Murcia. No voy a extenderme sobre el error que los primeros líderes preautonómicos cometieron al ser incapaces de acordar una región autónoma biprovincial compuesta por dos tan próximas y complementarias. La miopía de murcianos y manchegos, estos por la ilusión de ser capital y cabeza de la región castellano-manchega, privilegio que les arrebató Toledo, y aquellos remisos a compartir territorio y poder bajo el lema, tan cateto, de pequeña pero mía, dieron al traste con la posibilidad de una potente autonomía con mucho mayor poder en la Corte. Ocasión perdida.
Viene este exordio al caso porque de nuevo se alzan voces que solicitan el cambio del nombre de nuestra Región por entender que no es de recibo el confundir su topónimo con el de su capital y, aun siendo el nombre de Murcia tan divino, antiguo y reconocido, a no todos los habitantes de esta impar región les agrada ser llamados murcianos. Hagan una prueba e intenten atraer la atención de un grupo variopinto de paisanos, griten ¡murcianos! y, a buen seguro, por citar alguno si los hay entre los presentes, ni cartageneros, ni lorquinos, ni jumillanos, ni caravaqueños volverán la cabeza.
En casi todas las autonomías no se confunde su nombre con el de su municipio capitalino, pero ahora viene lo peor, el intríngulis, el busilis: ¿qué nombre le ponemos a esta bendita tierra y mediante qué procedimiento? Si nos remontamos a la época de las divinidades mitológicas, podríamos bautizarla como Venus y nosotros pasaríamos a ser 'venusianos', en clara disputa con los supuestos habitantes del conocido planeta; o quizás Mirtea, poblada de mirteos o mirteanos; tal vez Thader, como llamaban los antiguos al río Segura, que tantas alegrías y disgustos nos ha dado y nos seguirá dando.
Doctores tiene la ciencia a los que encargar la solución de este galimatías, aunque dudo de que, constituida la correspondiente comisión, el deseado nombre vería alguna vez la luz porque, ya saben mis lectores, la definición que se dio a la figura de un camello: «Un caballo diseñado por una comisión».
En mi modesta opinión, deberíamos dejar el asunto para más adelante, bastante tenemos con aguantar, sin perder la cabeza, las maniobras indignas de don Sánchez y sus sanchistas para no perder el poder, pero si ante tanta negrura, tanto disparate, tanta traición y tanta mentira el aliguí del cambio de nombre de nuestra querida Murcia sirve de solaz y esparcimiento, propongo a nuestro querido periódico que abra una encuesta a ver qué opinan los, por ahora, murcianos. Sería interesante.
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